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Capital digital | Alejandro Ángeles



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Viernes 12 de septiembre de 2003

¿Van a venir por todos?



La poderosísima RIAA, o Asociación Estadounidense de la Industria de la Música Grabada, se lanzó a una cruzada para detener la incesante descarga de archivos musicales en internet.

Esta semana la RIAA cumplió con su amenaza de emprender acción legal en contra de los millones de usuarios que comparten sus archivos musicales en la red, sobre todo en el famoso formato MP3.

El argumento de la RIAA es que tras las 261 demandas que interpuso el lunes, cambiará el comportamiento de 60 millones de estadounidenses que copian entre sí la música que todos almacenan.

Por lo pronto, se ha desatado un interesante debate en torno a la viabilidad y alcance de las demandas de la RIAA.

En una sociedad convulsionada por los efectos del terrorismo, y con un aparato judicial y jurídico rebasado en cuanto a presupuesto y recursos para monitorear a cada sospechoso y terrorista potencial que habita o entra a ese país, la movida de la RIAA pudiera ser el equivalente a un manazo a los piratas de internet.

En cierta forma, los dueños del negocio de la música grabada quieren replicar uno de los fenómenos tras el éxito de cualquier campaña triunfante en la red: que los propios usuarios transmitan el miedo que la RIAA comenzó a sembrar: van a venir por todos.

Pero, ¿cómo proceder en contra de 60 millones, sólo en Estados Unidos?

¿Y qué pasa en cada país donde la piratería avanza rampante?

Hay formas de hacerle frente. Porque si bien la RIAA defiende sus intereses, hipercapitalistas y todo, lo hace en un marco legal establecido, si bien superado por las actuales contingencias y empequeñecido ante el tamaño del monstruo de millones de cabezas al que se enfrenta.

Pero en países como México la historia es distinta. Aquí los ministros de la Suprema Corte de Justicia también mostraron su descontento con los ambulantes que venden música pirata , pero no por la ilegalidad de su proceder, sino porque no aguantaban el ruido procedente de sus potentes bocinas. Ante eso, la Suprema Corte anunció que cambiarían algunas de sus oficinas a un lugar más tranquilo.

Claro que la RIAA se quejó por ello mandando en noviembre de 2002 una carta al presidente Vicente Fox, exigiendo respeto a los derechos de autor y lamentando que la Suprema Corte se dejara derrotar aunque fuera, digo yo, en un contexto de degradación urbana, por los piratas .

Esto expone también dos situaciones paralelas en cuanto a la actitud respecto de los derechos de autor entre los 60 millones de estadounidenses que comparten sus archivos musicales para que cualquiera los copie, y los millones de mexicanos que compran un CD o DVD por apenas una fracción de su costo.

En esto, hay dos estructuras que funcionan en modelos opuestos. Por un lado, la tecnología da a los estadounidenses (y cientos de miles de mexicanos con acceso) la facilidad pasmosa de que con un clic escuchen la música que quieran. Y por el otro, el aparato mafioso que mueve la piratería en México, pone cualquier CD al alcance de la mano del comprador en cualquier esquina del país.

¿Funcionarán las redadas de la RIAA? O tal vez serán como los operativos de la AFI y la PGR en Tepito: se mueve el avispero por un rato, pero después, todo el mundo a lo suyo.



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