Domingo 18 de mayo de 2003
En 1949, a la edad exacta de 50 años, Jorge Luis Borges (1899-1986) publicó uno de sus libros de relatos que le darían mayor fama y que contribuirían, de modo decisivo, a eso que, en su caso, se va pareciendo cada vez más, conforme pasan los años, a la inmortalidad.
Nos referimos a El Aleph , cuya primera edición vio la luz bajo el sello de la editorial argentina Losada y que desde hace más de medio siglo no ha dejado de reeditarse y representa, sin duda, uno de los momentos prodigiosos de las letras hispanoamericanas.
Hace poco, para celebrar a un tiempo el centenario natal de Borges y el medio siglo de la publicación de El Aleph , Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores publicaron en Barcelona una espléndida edición ilustrada de este libro inolvidable. Este Aleph (1999) es indiscutiblemente para bibliófilos: contiene 17 magistrales e inquietantes ilustraciones de José Hernández (Tánger, 1944) y, a manera de epílogo, un homenaje narrativo de Carlos Fuentes.
Impresa sobre un acariciable papel, con grata tipografía y encuadernada en tela, esta edición de El Aleph dota de una mayor potencia al gusto, ya supremo, de releer los célebres 17 cuentos que están, sin discusión, entre los mejores del género escritos en todo tiempo y en todo lugar: "El inmortal", "El muerto", "Los teólogos", "Historia del guerrero y de la cautiva", "Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)", "Emma Zunz", "La casa de Asterión", "La otra muerte", "Deutsches Requiem", "La busca de Averroes", "El Zahir", "La escritura del Dios", "Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto", "Los dos reyes y los dos laberintos", "La espera", "El hombre en el umbral" y, como culminación genial, "El Aleph".
Aunque sea un fácil recurso de retórica, no hay pecado en decir que Borges es su propia obra y que, en este sentido, es el muerto pero también el inmortal, y su escritura es la del Dios de su cuento. Este ciego genial tuvo el privilegio único de haber visto el Aleph, ese punto del espacio que contiene todo los puntos, ese lugar donde se reúnen todos los lugares, todas las luminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz.
Es un deleite releer, y debe serlo también leerlo por primera vez, este libro en la mágica edición de Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores. A Borges este objeto, es decir este libro, le hubiese encantado. El concepto editorial tiene la capacidad de casi hacernos escuchar la voz del autor que en su prodigiosa escritura pronuncia el apasionado monólogo frente al retrato de Beatriz Viterbo: "Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges".
Gracias a la Colección Jorge Luis Borges/Fundación San Telmo, institución argentina privada creada en 1980 por Marión y Jorge Helft, nos enteramos de la existencia del libro El factor Borges (FCE/Fundación San Telmo, 2000), de Nicolás Helft y Alan Pauls, el cual no tenemos el gusto de conocer pero que, a decir de la misma Fundación, es un ensayo ilustrado, en otras palabras "una reflexión que, oscilando entre el texto y la imagen, sale en busca del factor Borges, ese elemento singular que hace que Borges sea Borges y que el mundo, desde que existe un cuento llamado `El Aleph`, nos parezca cada día un poco más borgeano".
Esta Fundación que también ha publicado, entre otros libros, Borges: Una enciclopedia (Norma, 1999), y la Bibliografía completa (FCE, 1997) del autor de El Aleph , posee, por cierto, un extenso archivo y centro de documentación sobre la vida y la obra de Borges, con manuscritos, cartas, fotografías originales, libros, publicaciones periódicas, grabaciones de audio y video y documentos diversos. No compite, sino que se complementa con la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que preside María Kodama, viuda del escritor. Y es complementaria, también, del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges con sede en la Universidad de Aarhus, en Dinamarca. (Y es que Borges es Borges, en donde quiera que esté; egregio, si los hay: a un mismo tiempo el muerto y el inmortal.)


