Opinion

Reinó el desorden en el foro, a medida que se acercó el gran final de ese reality show al estilo mexicano. Adela Micha, más guapa que siempre y con un nuevo estilo en maquillaje, color del cabello y vestuario, intentó atemperar el nerviosismo y el enojo ante un equipo de producción que también parecía provenir de un Montessori; y así, en la tensión continua, se esforzó por llevar la transmisión de cuatro horas hacia un broche de oro que nunca logró del todo.

La Gran Final no era, efectivamente, una producción sencilla. Pese a los errores, Televisa demostró que tiene la posibilidad de un despliegue de producción y un sentido de continuidad que no se le puede regatear. Desde sus orígenes, el lado fuerte de la empresa siempre fue éste, los programas de concurso y los musicales en vivo. Pero fue evidente que hacía tiempo que Televisa no se involucraba en una producción de este tipo; en la época del Tigre Azcárraga se hicieron muchas. El gran final de Big Brother es quizá el primer gran masivo de la era del tercer Emilio, Azcárraga Jean. Y queda mucho por mejorar. Los números de teléfono no salieron a tiempo en pantalla; sorprendimos a Adela gritándole a alguien del staff , los switcheos a la casa de Santa Fe se empalmaban con los regresos al estudio 2 de Televisa San Angel; las cámaras hacían tomas abiertas, generales, y poco close up que subrayara la emoción y los conflictos de intereses y de personalidad de los 12 Big Brothers . En el momento cumbre, Pedro Fernández parecía más importante que Rocío, la ganadora de este concurso. Adela no era la misma. Esa personalidad, mezcla de sarcasmo, dulzura y firmeza, simplemente habían desaparecido. Fue Big Sister por la primera hora. Luego, se volvió una conductora que dejó sus emociones en alguna silla, para concluir con una imagen que la refleja confundida, agobiada quizá, o desconcentrada, cerrando ese especial enlazándose a Seúl, con los comentaristas que habrían de narrar el partido México- Estados Unidos (de triste y vergonzosa memoria).

En el foro 2 seguiría la fiesta por un rato más. Ahí seguramente sí se vio todo lo que las cámaras no nos proyectaron esta noche. El encuentro de los hermanos rudos frente a los técnicos; la mirada turbia y el chicle en la finísima boca de Azalia; los celos y la envidia de Paola, Azalia y Denisse ante el triunfo de la Chío ; el arrepentimiento de El Pato y Gabriel que la ningunearon y la consideraron, en alguna época, un enemigo pequeño; la risa falsa, la prepotencia y el machismo del vanidoso Gabriel ; los berrinches del simpático Doc , el "divo de Zapotlanejo"; la conflictiva y esquizofrénica personalidad de Patricio Zambrano; la mediocridad y lentitud mental de Eric; la capacidad camaleónica de Carla, y la medianía del resto, es decir: Paola, Verónica, Azalia, Denisse, y, sin titubear, de Miguel Ángel y de Diego.

¿Por qué habrá ganado Rocío? Porque es blanca, pero juega a la rubia, valor importante en un país clasista y racista como el nuestro; porque es de Monterrey, uno de los polos de poder económico y político más fuerte en México (¿quién mandó imprimir los abanicos que traían en las manos todos sus simpatizantes en la Sultana del Norte, y quién los pagó?); porque es representante de la juventud (la más joven de los cuatro finalistas), y supo orientar sus últimas solicitudes de apoyo apelando a la fuerza y al empuje que tiene hoy la joven mujer mexicana; porque, pese a sus convicciones religiosas, fue la que más se enamoró o ilusionó con los hombres de la casa de Big Brother ; la que más se dejó abrazar y tocar por ellos, pero se guardó de la sexualidad plena o abierta con alguno, con lo cual se hizo modelo de identificación con muchas mexicanas católicas que viven la doble moral sexual; "el sí, pero nomás tantito". Quizá ganó porque, pese a que fue la que más pegue tuvo con los varones de aquel hogar, fue la más lastimada por esos mismos hombres, quienes al final siempre la votaron, la abandonaron cuando así les convenía. Y ella, abnegada, ilusa, romántica, mostró su corazón roto a las cámaras, y lloró a sus hombres, en vivo y a todo color, en cada época que la fueron abandonando. Es la imagen de la mujer que, a pesar de su juventud, sus viajes por el mundo, su dinero y su aparente cultura, hereda los prejuicios de sus antecesoras, desde su madre hasta su tatarabuela. Es la imagen del cambio, donde todo cambia para quedar igual. Tal vez por eso, no nos sorprendió que, al enterarse de su triunfo, Rocío gritara, henchida de emoción: "México, sí se pudo", "Gracias, México". Y ahí entendimos todo.