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Los Especialistas | Sergio Benito Osorio



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Miércoles 14 de febrero de 2001

Sergio Benito Osorio

La agenda energética con Bush


El próximo viernes estará de visita en México el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, para examinar con el presidente Fox la problemática bilateral e integrar una agenda que los dos presidentes consideran fundamental en la dinámica que quieren imprimir a sus gobiernos, desde estos primeros meses en que ambos inician. Los dos mandatarios han enfatizado el propósito de avanzar en el proceso de integración económica y seguramente ese será el sentido que habrán de tener las conclusiones más generales de la reunión. Por otra parte, también habrá ocasión de observar hasta dónde podrá avanzar el propósito del canciller Castañeda por dotar al gobierno mexicano de una política exterior más autónoma y activa.

Hay temas cuya consideración es indispensable para los dos países: comercio, migración y narcotráfico. Sin embargo, los problemas que en estos momentos tienen lugar en Estados Unidos, en materia de energía, harán que este asunto reaparezca en la agenda con una gran fuerza.

Específicamente, son cuatro áreas de energía en las que se podrá concentrar el interés de ambos gobiernos: abasto de petróleo, electricidad, gas e inversiones.

Respecto del petróleo, es conocida la necesidad creciente de nuestro vecino del norte, pero vale la pena tener presente los datos generales que dan cuenta de las dimensiones de esa necesidad. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía de la OCDE, para 1999, Estados Unidos consumió 43% de la oferta total de energía primaria dentro de esa organización. De ese consumo 39% correspondió a petróleo y 38% a otras fuentes distintas de los hidrocarburos; antes, en el año de 1973, 47% del abasto energético estuvo dado por el petróleo y apenas 23% provenía de otras fuentes. Quizás, las crisis petroleras de los años 70 llevó a Estados Unidos a desarrollar otras fuentes de abasto distintas a los hidrocarburos. Sin embargo, por contraste, resulta interesante la evolución energética de Japón. En el año de 1973 su consumo energético se realizaba hasta en 78% del petróleo y 20% de otras fuentes distintas, pero para 1999 la proporción derivada del petróleo había disminuido hasta 51%, es decir, que en este indicador Japón pudo hacer un cambio de 27 puntos frente a sólo ocho de Estados Unidos. La conclusión es que la economía estadounidense ha sido poco flexible para incorporar otras fuentes de energía debido a que ha logrado un abasto abundante de petróleo a precios bajos.

Pero el abasto no ha surgido de su producción interna. La demanda estadounidense pasó de 828.7 millones de toneladas métricas (TM), en 1973, a 872.7 millones en 1999. Sin embargo, su producción pasó en esos años de 513.2 millones y de abastecer 62% de su demanda a 359.5 millones y a proveer sólo 41% de las necesidades internas. Este debilitamiento de su autosuficiencia es considerado como un problema de seguridad nacional y ha tratado de ser resuelto por importaciones crecientes desde Venezuela, Arabia, México y Canadá, que en conjunto aportan casi 60% de las compras externas de petróleo de EU. En particular, todo el desarrollo de la exploración, extracción y exportación (80%) de petróleo mexicano, en las últimas décadas, ha estado conectado con el enorme requerimiento del aparato industrial estadounidense.

Ese gran y antiguo interés sobre el petróleo mexicano es lo que ha ?convencido? nuevamente a nuestro gobierno de romper su coordinación con OPEP. Pero justamente, el interés estratégico estadounidense debe ser la lleve para superar la función extractiva con que ha integrado la riqueza petrolera de México. En la negociación debe estar, por ejemplo, compartir la renta derivada de la venta de gasolina y productos procesados en el territorio de aquel país, a través de la copropiedad o celebración de convenios con refinerías que permitan tratar petróleo mexicano y llegar directamente al consumidor estadounidense. Esto lo hacen, desde hace tiempo, los principales proveedores de Estados Unidos. Por lo que en la negociación no basta la tradicional suposición ingenua, o coaccionada, de que el objetivo principal es tener la buena voluntad estadounidense, se requiere articular una agenda con compromisos equitativos específicos y claros.

En el caso de la electricidad, la reciente crisis del sistema eléctrico de California vino a incorporar un tema que, si bien no es nuevo, sí es muy álgido para el gobierno estadounidense: la venta de electricidad mexicana a California. Situación paradójica después que se ha promovido deslealmente la idea de que nuestro país pudiera quedar en la oscuridad ante la insuficiencia del sistema eléctrico mexicano. El hecho es que ya en el pasado, el desarrollo de la zona geotérmica de Cerro Prieto permitió exportar electricidad tal y como ahora se ha vuelto a hacer. Hay que tener en cuenta que el sistema de la península de Baja California no es parte del interconectado nacional y, por lo tanto, es factible desarrollar una línea de negocios para exportar electricidad, sobre todo si se sabe que la escasez en California va a durar varios años.

Para el gas natural la situación es a la inversa. Muy pronto México va a requerir cantidades crecientes de este energético y, en el corto plazo, Pemex no podrá abastecerlas, por lo que se requiere importar desde Estados Unidos. El gobierno de aquel país, desde la administración de Clinton ha señalado repetidamente su proyecto de integrar todo el continente con infraestructura de ductos que pudiera hacer posible la existencia de un solo mercado de gas natural. De hecho, esta idea ya es parte de la realidad en el cono sur y entre WU y Canadá; sólo queda fuera la región comprendida entre Venezuela y México. Tal integración, como muchas otras cosas es parte del presente o lo será del futuro muy próximo, pero el problema está en cómo México se incorpora a esa integración, con qué propósitos y a través de qué medios.

Desde principios de la administración de Ernesto Zedillo se privatizó la distribución de gas natural, todas las zonas importantes del país han sido licitadas y están en manos de empresas extranjeras. El gas natural es utilizado como combustible y las empresas gaseras cobran una tarifa por el transporte, el uso de sus ductos y por el servicio de la distribución. Este es uno de los propósitos de la integración. Pero el gas natural también es uno de los insumos básicos en la actividad petroquímica, donde su transformación permite obtener un valor agregado muy superior al que se obtiene de utilizarlo como combustible, pero no ha habido empresas que se comprometan a integrar la estructura industrial del país.

Finalmente, está la presión de las empresas transnacionales estadounidenses que están empujando fuertemente para abrir totalmente el sector energético del país. Son intereses gigantescos que están presionando justamente en el momento que México requiere de inversiones cuantiosas para modernizar su planta energética, sea electricidad, gas, petróleo o petroquímica. En todos hay rezagos y urgencia de inversión.

En fin, la coyuntura de la agenda de energía con Estados Unidos está caracterizada por lo que el secretario de Energía de aquel país, Spencer Abraham, denominó un grave problema (¿crisis?) de energía de Estados Unidos frente a una dotación relativamente más abundante de recursos en México, lo que le da al gobierno de Fox la ventaja en este tema; veremos cómo lo resuelve.

fridush@prodigy.net.mx



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