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Menores comen poco o mucho, pero mal

El Universal
Martes 31 de marzo de 2009

NEZAHUALCÓYOTL, Méx.— Memo no ha cumplido cuatro años y ya lo pusieron a dieta. Jamón, salchichas, papas fritas, pan y cualquier golosina eran sus manjares preferidos.

Ese régimen alimenticio pronto lo resintió su cuerpo. Casi 30 kilogramos registraba la báscula cuando se subía. Jugaba con los niños de su edad, pero rápido se cansaba. No tenía ánimos ni energía para llevar a cabo cualquier actividad física.

Comer, comer y comer era el pensamiento que siempre estaba en su mente y que externaba a sus abuelitos o a sus tías, que eran quienes lo cuidan porque sus padres trabajan todo el día.

Los médicos alertaron a sus padres que el peso de Memo no era el adecuado para su edad, y que tarde o temprano le traería problemas a su salud. De “gordito chistoso”, como lo llamaban todos, se convirtió a candidato a desarrollar enfermedades de adultos mayores de 40 años.

Ante las advertencias, sus padres actuaron. Acudieron con un nutriólogo. Jamón, salchichas, papas fritas, pan y golosinas fueron retirados de su dieta.

Las frutas, verduras, cereales, pollo y pescado son ahora su menú obligado. Memo no ha cumplido ni cuatro años y está a dieta.

“Se come lo que se puede”

Café por las mañanas y café por las noches, acompañados por una ración de frijoles es lo que comen los siete días de la semana los tres hijos de Elena y Marcos.

Él trabaja de cargador en la Central de Abasto del DF, y si bien le va, gana 80 pesos a la semana, que poco le sirven para alimentar cinco bocas en su casa, incluida la suya. Sus tres hijos crecieron así. Tomar leche y comer carne son lujos que no se pueden dar.

Los hijos de este matrimonio que llegó de Hidalgo hace 10 años a Chimalhuacán se enferman de todo. Gripa, tos y mareos son males que siempre están de visita en el hogar de ellos en el barrio Saraperos.

Otro lujo que no se dan es acudir a la escuela. Tienen nueve, siete y cinco años, y se la pasan en su casa o con su madre en las calles, tratando de recibir ayuda de la gente.

Los tres pequeños no recuerdan la última vez que comieron carne. Están desnutridos, y lo peor de todo es que no lo saben.



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