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?Los Chineros?, la amenaza de La Merced

Miguel A Rodríguez| El Universal
Domingo 01 de octubre de 2000
Sus zonas de operación están perfectamente delimitadas; los comerciantes, aterrados, saben dónde están, pero mantienen el silencio

Todos los que saben de ellos los describen como una especie de ?depredadores?. Prefieren la noche para salir de vecindades malolientes, llenas de miseria, ruinosas, que son sus madrigueras. Su arma es una ?llave china? con la que asfixian a la gente, para robar el dinero con el que mantienen sus vicios o sobreviven dentro de esa especie de subciudad habitada por la marginación: prostitutas, asaltantes, homicidas, pobreza, analfabetismo, vicios, gente del interior del país, a la cual la ciudad les negó una vida decorosa.

La avenida Anillo de Circunvalación, desde Corregidora hasta San Pablo, en la colonia Merced, es el territorio de la banda de los ?Chineros?. Tienen ese nombre porque en sus robos aplican una llave china al cuello, que corta la respiración a la víctima hasta dejarla tirada en el suelo, al borde del desmayo, a merced de las manos que apuradas vacían las bolsas y hurtan las pertenencias.

La policía preventiva del sector tres asegura que por el día sobre la avenida Circunvalación, del lado de la delegación Cuauhtémoc casi no hay robos debido a la fuerte presencia de uniformados que se encuentran en pareja en cada cuadra; sin embargo, añaden, los asaltos son en la acera contraria, que pertenece a Venustiano Carranza, pues en ella hay nula vigilancia... así, cuando los policías ven cómo la gente es asaltada violentamente, ellos no pueden intervenir porque del otro lado ya no es su jurisdicción.

Los vendedores establecidos de la calle Manzanares dicen que en la esquina con Circunvalación es la zona más peligrosa; aún de día la policía no se percata porque los ?Chineros? son muy hábiles.

Son tan hábiles que en cuestión de segundos consuman el robo y huyen hacia las vecindades de la calle Santo Tomás o del callejón de Manzanares, donde se pierden entre los hombres que en fila recargada en las paredes del corredor escogen a una de las muchas prostitutas. Añaden que la policía teme entrar a esa calle.

Cuando la tarde va consumiendo poco a poco la luz del día, la ausencia de la gente comienza a marcarse; el peligro se vuelve extremo después que la noche va tendiendo las sombras sobre la acera de la transitada avenida Circunvalación: los chineros están al acecho en cada esquina. Cuando van tras alguien caminan confundidos entre la gente. Los comerciantes del lugar recomiendan voltear continuamente para cuidarse las espaldas, aunque dicen que a veces ni eso sirve. El señor Cansino, un transeúnte cuyo paso obligado es la zona advierte: ?Te siguen con la mirada desde cuadras antes o desde la acera contraria, a una distancia prudente, se ponen en marcha, van acortándola hasta que, llegado al punto de siempre, se dejan ir, aplican la llave y huye no muy lejos; regresan a buscar otra víctima en menos de 15 minutos?.



Nocturno asalto chinero

Bajo la luz tenue de las luminarias que bañan opacas la avenida, caminan cuatro jóvenes en parejas. Ellas son de unos 16 años de edad (su menuda complexión así lo afirma); ellos parecen de 19.

Han dejado la esquina de siempre en la avenida San Pablo y Topacio, caminan sonriendo, abrazándose con careta de enamorados; 50 metros adelante sobre la alargada avenida que conduce a la estación del metro Merced, avanza su víctima sin tomarles la menor atención .

Están cerca. Cruzan la calle Roldán. El de mayor estatura y más fuerte sale del grupo, acelera la marcha... El espacio sobre la banqueta sólo se ilumina fugazmente por los faros de los autos.

Un grito mudo se ahoga entre los antebrazos que forman la llave china. El delincuente aprieta. La víctima se resiste. Las adolescentes ya buscan entre las bolsas el dinero. Más resistencia acentúa las siluetas del forcejeo entre la oscuridad. Ellas sueltan puñetazos contra la cara del que se opone y aún en el suelo, ya casi sin sentido, lo siguen pateando.

Vueltos de espalda se toman de las manos, a pasos tranquilos se alejan, su imagen se disuelve entre la oscuridad antes que se pierdan al dar vuelta por la calle Roldán... Nadie supo quién, ni vio nada...



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