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Incrementa justicia de propia mano

David Fuentes| El Universal
04:10Domingo 17 de agosto de 2014
Pobladores de San Nicols Totolapan, en Magdalena Contreras, colocaron mantas contra los delitos en

ACCIONES. Pobladores de San Nicolás Totolapan, en Magdalena Contreras, colocaron mantas contra los delitos en la zona; después fueron retiradas. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

Durante los dos últimos años ha crecido el número de intentos de linchamiento y casos en que los pobladores han tomado la justicia de propia mano en las zonas limítrofes del Distrito Federal

david.fuentes@eluniversal.com.mx

La sensación de vacío de poder, una lenta respuesta de la policía preventiva y sobre todo, la percepción de que los delincuentes no reciben el castigo que merecen, son algunos de los puntos importantes que ha provocado que, durante los últimos dos años, los habitantes que radican en la zonas limítrofes entre el Distrito Federal con otras entidades hayan intentado tomar justicia de propia mano.

Las acciones las han tomado en dos vertientes: con intentos de linchamiento, sin que se registren muertes, y las acciones espontáneas de “justicieros”, quienes ante la amenaza de un asalto, responden y matan a los agresores.

De acuerdo con especialistas del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe), durante 2013 se registraron, en las zonas limítrofes, cinco linchamientos con ocho detenidos que no dejaron saldos fatales; sin embargo, tres personas fueron golpeadas brutalmente por los pobladores en hechos distintos en Chalco, Tláhuac y Xalostoc, y dejaron lesiones graves a sus víctimas, según el reporte médico al cual tuvieron acceso antes de que los imputados ingresaran a los reclusorios donde terminaron.

Mientras que en lo que va de 2014, esta tendencia se ha replicado en tres ocasiones, principalmente en la zona sur de la ciudad, como en Cuajimalpa, Tlalpan o Magdalena Contreras, delegaciones consideradas como zona rural, y en cuyos pueblos permanece el sistema de usos y costumbres.

“Estas son las zonas más vulnerables, ahí los habitantes se sienten más desprotegidos por la policía y la autoridad, entonces ellos creen que no tienen más opción que tomar justicia de propia mano, éste es el punto álgido”, explicó María del Carmen Rodríguez Carmona, especialista del Inacipe.

Antecedentes

En el DF, los últimos linchamientos se cometieron en diciembre de 2012, cuando, por un rumor, comerciantes de Tepito golpearon a un joven, estudiante de medicina, al confundirlo con un asaltante, y el caso de Tláhuac, en 2004, cuando en San Juan Ixtayopan quemaron vivos a dos agentes de la extinta Policía Federal Preventiva.

Rodríguez Carmona detalla que el objetivo de los pobladores que se toman justicia por propia mano no es el de asesinar a los delincuentes, por lo que no hay que culparlos de esta situación.

Lo que buscan, según la especialista, es llamar la atención de las autoridades, hacerles entender que ahí en el sector en el que viven no hay patrullajes, no se ven los policías y que incluso ya los han solicitado, pero sin respuesta.

“Por eso en los ‘linchamientos’ no matan a los delincuentes así sean violadores o incluso un indigente que atrapan por robar un pan, lo que buscan es simplemente más orden y ellos creen que de esta manera se logra, llamando la atención de las autoridades y de los delincuentes, pues con este ejemplo, nadie más vuelve a robar”, explica.

De igual manera muestra su preocupación por el llamado “efecto replica”, es decir; que los pequeños poblados de las delegaciones que viven en la periferia aún con usos y costumbres, repliquen esta situación por lo mismo, la falta de patrullaje, al sentirse desprotegidos y con vacío de autoridad, mencionando incluso, que los futuros linchamientos, se pueden evitar.

“Esa es la solución. Integrarlos, más patrullaje, que se sientan protegidos, es simple; ese el trabajo de la autoridad, hacer sentir su fuerza en todos los rincones de la ciudad y cuando la gente siente ese vacío, ahí están las consecuencias”, comenta.

Se debe castigar el exceso

El hartazgo de los capitalinos en cuestión de inseguridad, conjugado con el estrés cotidiano y lo difícil que es conseguir el sustento, han provocado durante los últimos meses que los ciudadanos de a pie lleguen al extremo y, de manera individual, tomen justicia de propia mano a grado de asesinar a varios delincuentes.

En los últimos dos años se han registrado al menos cinco casos. El pasado 15 de junio, el empresario Juan Carlos Lora Abraham asesinó a su asaltante cuando intentó quitarle un reloj en las inmediaciones del parque Lincoln del sector de Polanco; el hombre, al sentirse amenazado, sacó un arma calibre 9 milímetros y lo mató. Lora quedó en libertad 48 horas después al acreditar que actuó en legítima defensa y al tener los permisos correspondientes para portar el arma.

En otro caso, el jueves pasado, un agente de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) que viajaba en un camión de transporte público de la Ruta 43, enfrentó a dos ladrones a la altura de la colonia Torres de Potrero; los dos murieron y el 29 de mayo se que una persona que viajaba a bordo de una unidad de transporte público en Chimalhuacán, mató de un balazo a un presunto asaltante que intentaba despojar de sus pertenencias a los usuarios.

También, el 28 de abril, un hombre mató a dos individuos que asaltaban a los pasajeros del transporte público en que viajaba, en Circuito Interior, en la colonia Santa María la Ribera.

En 2013, en Ecatepec, un médico desarmó a sus agresores y presuntamente, con la misma arma, los mató; el médico quedó libre.

Vacío de autoridad

Este tipo de situaciones, a decir del sociólogo y especialista en temas de seguridad pública, David Ordaz, se debe erradicar, castigar y prevenir, ya que de continuar se seguirá fomentando el vacío de autoridad.

Sería peligroso para la comunidad entera, pues entonces todos aquellos que tengan un arma, a la primera señal de sentirse amenazados, apretarían el gatillo, cuando la responsabilidad de garantizar la tranquilidad es del Estado.

“Hay que tener cuidado y aprender a diferenciar estas situaciones; una es que se tolere que una comunidad pueda detener, quizá agredir físicamente a quien ellos sorprendan en flagrancia por cierto delito y otra muy distinta, que una persona al sentirse amenazada accione un arma de fuego, eso es muy peligroso porque se pierde todo el respeto a las instituciones y al Estado que debe ser el responsable de meter orden”, detalla.

De hecho, explica, en los llamados linchamientos no se usan armas de fuego. En los casos más extremos de este año, los delincuentes detenidos han sido entregados con vida a las autoridades. “No es un acto de matar sólo por matar; ellos lo entienden como un acto de justicia”.

El caso de Polanco, el 15 de junio, “es el más claro ejemplo de lo que hablamos. Ahí, en primer lugar, hay un vacío de autoridad, un lugar público, muy transitado y en un sector de primera, el ciudadano al no sentir esa seguridad que debe brindar el Estado se defiende como puede.

“El hombre traía un arma y la usó y quedó en libertad; eso podría ser contraproducente para las autoridades porque ya todos vieron que pueden matar a alguien en legítima defensa y no pasa nada”.

“Fue solamente una reacción”

Era una tarde-noche de febrero en la colonia Toriello Guerra en la delegación Tlalpan, muy cerca de la salida a Cuernavaca. Doña María estaba, como siempre, atendiendo su recaudería, ubicada sobre la calle Moctezuma, cuando observó a dos jóvenes ingresar al domicilio de enfrente; no los conocía, por lo que de inmediato, a gritos, empezó a solicitar ayuda.

“Están robando, se están metiendo a la casa de doña Raquel, auxilio”. El ruido se escuchó como repicar de campanas y de inmediato salieron los vecinos, Mario el mecánico, Tito de la tienda de abarrotes y Carlos el de las gorditas.

“Fue solamente una reacción, sólo vi cuando los muchachos brincaban la barda y me dio mucho coraje porque esa familia trabaja todo el día. Aquí no somos agresivos, pero sí nos cuidamos entre todos”, explica la mujer de 55 años de edad.

Los presuntos delincuentes al sentirse sorprendidos no tuvieron más opción que huir por la misma barda por la que entraron, los hombres los agredieron a golpes —nada grave— y la policía se los llevó.

Los habitantes de esta tranquila colonia en su mayoría son personas de la tercera edad y han formado una comunidad muy estrecha.

De los hechos violentos registrados durante 2014, donde la propia comunidad ha intentado tomar justicia de propia mano, no hay detenidos. La Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal explicó que cuando llegan a estos lugares, como lo indica el protocolo, se llevan a los detenidos y al siguiente día regresan a investigar.



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