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Saltos y cascadas para aguerridos

Zaira Vázquez Espejo| El Universal
00:01Domingo 14 de abril de 2013

Cueva del Agua. Una poza azul zafiro, en una caverna. (Foto: Ariel Ojeda EL UNIVERSAL )

Este paraíso de aguas de color turquesa, cañones y cuevas fue creado en la Huasteca Potosina

Buscamos sitios solitarios y silvestres que aún conserven su entorno original. Queremos internarnos en paisajes de colores turquesa y verde intenso para conectarnos con la naturaleza y dejar atrás lo cotidiano. Nuestro paraíso está en la Huasteca Potosina, en la zona media de San Luis Potosí.

Saltos en cascadas que producen pánico a quien se anima a colocarse al borde, paseos en balsa por ríos azulados, chapuzones en pozas y buceo en manantiales color zafiro son lo que nos espera para olvidar la rutina.

Desde la ciudad de México vamos directo a Ciudad Valles, calificada como la puerta a la Huasteca. Su ubicación permite que podamos desplazarnos en menos tiempo a diferentes sitios que prometen aventura.

Chapuzones en un paraíso terrenal

A una hora y media de Ciudad Valles y a tres kilómetros del municipio de Tamasopo está El Cafetal. Ahí se forman pozas turquesa naturales donde se puede nadar, aventarse clavados y hacer rappel.

La Poza Azul es un ojal que de repente parece un cenote, si no fuera por la cascada de 25 metros de altura que cae dentro de él y que forma parte del caudal del río Tamasopo (en lengua tének "lugar que gotea"). Llegamos después de bajar 200 metros de escalones. Con los 30° C dan ganas de nadar en la alberca natural de 40 metros de profundidad.

Este lugar rodeado de ceibas, helechos y de rocas calizas -que desprenden minerales provocando la coloración turquesa del agua de la zona- también deleita al olfato con el aroma a hierbas y tierra mojada.

La Poza Azul es tranquila, en apariencia, pero las cuerdas con las que todos se sujetan al nadar en ella evitan que sean jalados por remolinos. Los menos arriesgados, los que quieren descansar y observar el paisaje, se quedan en la zona baja de 3 metros de profundidad. Todos, sin excepción, aun siendo buenos nadadores, debemos usar chaleco salvavidas.

La erosión de la piedra por el agua formó una caverna en forma de cúpula que conecta esta poza con otra. En la superficie existe un camino de roca, punto de reunión entre un cerro y otro, razón por la cual a este lugar se le ha bautizado con el nombre de Puente de Dios.

Casi no hay luz natural, así que por seguridad no podemos atravesar la caverna, pero nos cuentan que ahí abajo, los rayos solares que alcanzan a llegar al fondo penetran el agua coloreándola de un azul muy claro, como si fuera iluminación artificial.

Tejones, jabalíes, mapaches y hasta pumas (pero sólo de milagro) pueden verse en este lugar. Cuando eso ocurre lo mejor es ser prudente y mantener la debida distancia.

Un balneario de albercas naturales

Esta misma tarde partimos al balneario Las Cascadas, a una hora y cuarto de Valles y a dos kilómetros de Tamasopo. Tres cortinas de agua de ocho, 12 y 16 metros de altura y varias pozas naturales despiertan el deseo de darnos varios chapuzones.

Otros prefieren sentarse y relajarse sobre las rocas grises.

Queremos ir a la "zona privada", cómo la llama Jesús, el guía, porque pocos son los que conocen dos pozas de casi tres metros de profundidad que se forman antes de que caiga una cascada (otra más).

Nos sumergimos en ellas en total calma, mientras el torrente de agua de pequeñas cortinas llega a estas albercas y masajea el cuerpo, mientras se perciben sonidos de aves. Mejor spa, no puede existir.

Jesús explica que estas son frecuentadas por parejitas que encuentran aquí un espacio romántico.

Después de subir algunas rocas con esfuerzo para llegar a las albercas naturales, nos fijamos que no salgan víboras de cascabel. Si encontramos una, lo mejor es quedarse quieto.

La tercera cascada es la mejor, a juicio personal. Algunos visitantes se sujetan de una cuerda amarrada a la rama de un árbol, como de seis metros de altura. Unos pasitos atrás y después un impulso con los pies para salir disparados. Gritan al estilo "Tarzán y se dejan caer a una poza de siete metros de profundidad.

Cruzamos caminitos angostos de piedra para llegar a los vestigios de una antigua planta de molienda de caña de azúcar, segunda actividad económica en esta región. Encima de estas ruinas de hace más de un siglo se erige un higuerón de más de 150 años que abraza con sus raíces la edificación por dentro y por fuera, como si fuese un monstruo.

La calma despierta el deseo de dormir arrullado por el sonido de las cascadas y de las aves que habitan ahí. Por este motivo hay una zona especial para acampar, rodeada de árboles frutales.

Saltos para temblar

A media hora de Ciudad Valles se practica el salto de cascada. Siete caídas de agua de dos a ocho metros forman una cadena de caídas de agua para aventarse clavados y sumergirse en las pozas turquesa de hasta nueve metros de profundidad.

La fuerza del agua es tan grande, que hay quienes se han atrevido a lanzarse a bordo de un kayak. Para los que buscan algo más tranquilo hay paseos en balsa.

Ascendemos por las montañas que rodean las Cascadas de Micos con el equipo puesto: casco, chaleco salvavidas de flexibilidad (para menearse cómodamente) y tenis para protegernos los pies del golpe del agua y de las rocas resbalosas (a veces filosas). No llevamos más. Jesús, nuestro guía, nos ha hecho abandonar celulares, cámaras fotográficas que no resistan al agua y hasta el dinero.

La Cascada de Diablo, de 13 metros de altura, no es para primerizos, debido a la cantidad de rocas que hay debajo de ella.

Así que mejor iniciamos en una de seis metros. Nos colocamos en el borde de la cascada, con el miedo encima de que nos arrastre la corriente, pero no. El vértigo nos invade, sudan las manos, nos tiembla el cuerpo y gritamos para liberar el estrés.

Las instrucciones: caer recto para no lastimarse (porque puede haber fracturas), con un brazo cruzado para tapar la nariz y otro en la parte alta del chaleco para evitar que se suba a la hora de caer. El paso más difícil es dar un brinco hacia el frente, dejarse llevar por la gravedad y estrellarse, finalmente, en el agua.

Después de 20 minutos de constante indecisión, el guía me toma de la mano y me hace gritar: ¡Uno, dos, tres! Y a saltar. La caída de un segundo, se hace eterna. Duele el estómago. No puedo gritar. ¡Zas! Siento el golpe del agua que por gravedad me jala. Salgo rápidamente.

El susto ya pasó, me tranquilizo y nado para llegar al siguiente punto. Y así, en una y en otra.

La más alta es de ocho metros. Unos repiten hasta tres veces más. Los cobardes mejor la evadimos y decidimos explorar el lugar.

Bajamos por unas rocas que marcan un camino empinado. Vamos sujetándonos de los árboles de sauces y fresnos (en sus copas también se practica tirolesa).

Vemos algunas guacamayas y buscamos apreciar algún mico, monos que habitan aquí y por los que se le ha dado nombre a este paraje.

Una vez que se decide emprender el recorrido entre cascada y cascada ya no hay marcha atrás. Afortunadamente, la altura ya no es tan intimidante. Con los saltos anteriores el miedo ha disminuido.

A remar duro

El jueves llegamos al poblado de Aquismón, a 30 kilómetros de Ciudad Valles (unas tres horas de camino). Estamos a punto de conocer la cascada más alta de San Luis Potosí, de 105 metros. Para llegar hay dos caminos. El primero es por el río Tampaón donde se practica el remo de balsa y el rafting.

El segundo es por el río Gallinas, para los que gustan de emociones fuertes. El caudal fluye montaña arriba y permite deportes como kayak y rappel en sus alrededores.

Por supuesto, optamos por lo primero. En la canoa "La Chagenne" cada quien lleva lo indispensable. Entre menos peso, mejor. Acomodados de manera equilibrada (en pares) tomamos el remo. Nos impulsamos con la paleta sumergiéndola de frente, con un ligero movimiento circular, y coordinados para llegar pronto a la primera parada.

La transparencia turquesa del río y la luz natural del sol nos dejan descubrir las rocas del fondo, peces miniatura y mosquitos acuáticos (hay que llevar repelente).

Vamos fotografiando el paisaje de las montañas que forman un gran cañón de más de 100 metros, forrado de las flores de los árboles palos de rosa, de troncos gruesos y ramas espinosas de ceibas y, más arriba, de algunos cactus. Se alcanzan a ver halcones y guacamayas. Esperamos ver al papan real, un ave pequeña y blanca que brilla a la luz del sol por las puntas tornasoladas de sus plumas.

A nivel del río yacen rocas de piedra caliza, que por la erosión y con un poco de imaginación nuestra, forman figuras de ranas y lobos. También habitan tortugas.

Dos kilómetros después se llega a la Cueva del Agua, una caverna con su propia poza natural color azul zafiro, nuestro remedio para resguardarnos del intenso calor de 34° C. Algunos nos aventamos al agua sin pensarlo. Más tarde, nos impresiona saber que esta alberca tiene una profundidad de 40 metros.

De techo tenemos estalactitas y de fondo musical los chillidos de murciélagos en la penumbra.

De vuelta en la canoa avanzamos otros dos kilómetros. El bote se detiene a 75 metros en una roca que sale en medio del agua para ver la Cascada de Tamul ("lugar de ollas", en huastecto). Es el punto donde se unen dos ríos: el Gallinas y Santa María. Ambos forman el cauce del Tampaón. No podemos acercarnos por la altura y la fuerza de la caída, aunque es época de sequía, provocan aguas torrenciales que logran una profundidad de 300 metros y el bote se voltearía.

Pero desde donde estamos se puede escuchar y ver perfectamente los torrentes de agua golpeando. Nos aventamos clavados desde la balsa. Otros prefieren subirse por las rocas para lanzarse de ahí.

De regreso, a remar de nuevo. Le ganamos a la corriente que en ciertos momentos avienta la canoa hacia la orilla del río. Esta lucha, con remos en mano y un poco de furia, nos augura un dolor muscular de brazos para el día siguiente.

La Media Luna, al fin

Nuestro último día. Llegamos al muy nombrado Manantial de la Media Luna, frecuentado por buzos. Forma parte de un complejo de seis manantiales ubicado a dos horas y media de Ciudad Valles y a tres kilómetros de la ciudad de Río Verde.

Los descubrimientos de fósiles de mamuts, restos humanos y vegetales, así como patos y peces endémicos lo hacen fascinante. También en sus aguas transparentes se puede nadar y pasear en balsa.

Nos preparamos para sumergirnos. Primero, una plática previa del equipo: un visor para mantener los ojos abiertos y no perder detalle; un arnés con el regulador principal que se mete a la boca para extraer aire. Un tanque de oxígeno, aletas y chaleco salvavidas. En total, 20 kilos de más que se hundirán con cada uno.

Otros ojales de agua están rodeados por altos sauces y palmeras, pero en la Media Luna el ambiente es desértico, con una temperatura que alcanza los 37° C.

En el manantial, lo primero que veo es una parvada de patos endémicos que meten el cuerpo en el agua y vuelven a salir rápidamente, como si ellos tampoco aguantaran el calor.

Ya con el arnés puesto, tomo el regulador principal. Lo meto a la boca y con otra sujeto el cinturón de plomo. Visor puesto. Aprieto un botón e inflo el chaleco salvavidas. Un paso al vacío y ya estoy en el agua.

Hay que controlar la respiración y a aprender a jalar aire con el regulador. Después se exhala poco a poco por la boca. Salen burbujitas. Vamos descendiendo despacio, tenemos que ecualizar para desaparecer la sensación de presión en nuestros oídos que zumban levemente. Se menea la mandíbula de un lado a otro para no lesionarse los pulmones.

Somos novatos en buceo, así que no podemos llegar a la profundidad máxima (40 metros). Con el cuerpo extendido, meneando aletas y brazos avanzamos despacio. Estamos 12 metros abajo. Agachamos la cabeza para ver que hay. Gruesas raíces de los árboles sabinos y las hojas verdes de lirios acuáticos, que en época de primavera florecen, adornan el subsuelo del manantial.

Algunos pececillos negros se acercan curiosos a nosotros. Buscamos los zorrillo, únicos ejemplares en el mundo. Son llamados así por su combinación de blanco con negro.

Del subsuelo salen burbujitas. Al pasar por ahí se siente más caliente de lo normal (entre 20° C y 25° C). Quien lo desee puede solicitar un video, incluido en la renta del equipo por 500 pesos.

Asomo la cabeza con una sonrisa de oreja a oreja. Yo, la más miedosa, he salido con ganas de repetir la experiencia. Creo que estoy lista para volver al ajetreo de la ciudad.

GUÍA DEL VIAJERO

 CÓMO LLEGAR
En autobús. En la Central del Norte salen corridas de la línea Omnibus México que te llevan directo a Ciudad Valles. Tiempo de recorrido: 10 horas y media. Boleto sencillo: 424 pesos por persona. Teléfono: 5368 7402. www.odm.com.mx

En carro. Por la autopista México- Querétaro y después hacia San Luis Potosí. Toma la desviación de la Maxipista rumbo a Río Verde. Sigue por la carretera federal 70 hacia Ciudad Valles. Trayecto: cinco horas. Costo de Casetas: 70 pesos.

 DÓNDE DORMIR
Hotel Misión. Habitaciones desde 870 pesos por persona. Incluye desayuno buffet. Cuenta con servicio Wifi en todas las habitaciones y alberca. Dirección: Bulevar México-Laredo, número 15, Zona Centro, Ciudad Valles. Cuenta con un programa llamado Puebleando con Misión. Te trasladan en un Jeep 2012. Capacidad para cinco personas. Asientos de piel, pantalla touch y navegador de internet. Incluye guía y equipo. Costo: desde 790 hasta
2 mil 500 pesos por persona. Teléfono: (481) 3820 066. www.hotelesmision.com

 DÓNDE COMER
El restaurante típico El Rincón Huasteco ofrece una variedad de carnes. Entre los mejores platilllos están las parrilladas de lomo de res, acompañadas con chorizo, chiles toreados y cebollitas. La porción alcanza para cuatro personas (335 pesos). También prueba grandes alambres de filete de res con brochetas, cebolla y frijoles charros (137 pesos) o saborea un taco de filete en tortilla de harina o maíz (70 pesos y con queso 83 pesos). De beber se vende cerveza de la marca Corona (19 pesos) y copas de vino tinto (36 pesos). Dirección: Bulevar Lázaro Cárdenas 121.
Teléfono 01 (481) 382 0368.

 QUIÉN TE LLEVA
MSxpediciones tiene paquetes desde 790 pesos a 3 mil 180 pesos por persona. Incluye comida, guía, transportación y equipo. Puedes elegir los lugares a visitar. Reservaciones al teléfono (481) 381 1888. www.msxpediciones.com

 POR TU CUENTA
En Ciudad Valles hay taxis que te llevan a cada uno de los atractivos. Las tarifas oscilan entre 70 y 300 pesos.

 QUÉ LLEVAR
Ropa cómoda. Camisetas, shorts, pantalones de mezclilla y tenis. Para las actividades de aventura se recomienda un cambio de ropa, traje de baño y bermudas, toalla y calzado para agua que sujete el tobillo y que no resbale; Gorra, lentes, bloqueador y repelente.

 CLIMA
Caluroso todo el año, de 27° C a 40° C. Época de lluvias de marzo a septiembre. Lo ideal es ir entre los meses de septiembre y marzo ya que el calor disminuye.  

 EN LA RED
Página de la Secretaria de Turismo de San Luis Potosí www.visitasanluispotosi.com



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