Esa rubia debilidad
Cinco décadas sin ella son muchas. Partió en la cumbre, inflamando deseos y edificando una leyenda que no dejaría ningún resquicio de la cultura pop sin iluminar. La conjunción de cine, tragedia, fama, glamour y rubio platinado sólo puede responder a un nombre mítico: Marilyn Monroe.
. (Foto: Especial )
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El 5 de agosto de 1962, a las 4:55 hrs., el jefe del Departamento de Policía de Los Ángeles, Jack Clemmons, recibió una llamada telefónica del Dr. Greenson, psiquiatra de Marylin, quien le informó que la actriz había muerto en su casa. El oficial Clemmons fue el primero en llegar al lugar. La autopsia inicial reveló que Norma Jeane Mortenson, nombre verdadero de la diva, falleció debido a una sobredosis de barbitúricos. El informe policial calificó el deceso como un "probable suicidio", pero por falta de pruebas los investigadores dejaron abierta la posibilidad de un homicidio que, hasta la fecha, no se ha desmentido.
Teorías más arriesgadas, surgidas en la cúpula del poder político de los Estados Unidos, sugerían que los hermanos John y Robert F. Kennedy estaban vinculados con la muerte de Marilyn; incluso se llegó a comentar que se trataba de un crimen de intereses. El ama de llaves de la actriz, Euniece Murray, en una entrevista que concedió a los medios en 1985, explicó que se levantó a media noche porque no podía dormir. Fue entonces cuando vio que en la casa de Marilyn las luces de su habitación estaban encendidas. Así que salió, descorrió las cortinas de la recámara y la encontró tendida en su cama, completamente desnuda.
El 8 de agosto, Joe DiMaggio, su segundo esposo, presidió un funeral privado. Lee Strasberg pronunció las siguientes palabras de despedida: "No puedo decirle adiós a Marilyn, a ella nunca le gustó decir adiós. Pero, adoptando su particular manera de cambiar las cosas para así poder enfrentarse a la realidad, diré ‘hasta la vista'. Porque todos visitaremos algún día el país hacia donde ha partido".
A lo largo de este mes, el cementerio Westwood Village Memorial Park de Los Ángeles, California, se transforma en un mosaico de flores multicolor, veladoras, cartas de amor, poemas y fotografías que los millones de seguidores de la rubia más famosa de todos los tiempos ofrecen a su diosa predilecta. A 50 años de su muerte, Marilyn se ha construido y derrumbado tantas veces como los ejercicios de la imaginación, la nostalgia y la mercadotecnia lo han permitido. Icono sin fecha de caducidad, recuerdo que en una ocasión mi abuelo paterno, mientras mirábamos en el televisor la película The Seven Year Itch, me dijo: "Si yo hubiera sido Dios, ¡me canso que Marilyn Monroe hubiera sido Eva!". Y es que su belleza -combinación perfecta de sinuosidad, gracia e inteligencia- ha conseguido desafiar todas las tendencias en boga, convirtiéndose en un referente inevitable cuando el término sex symbol exige ser empleado.
Deidad grácilmente edificada por las bondades y el uso magistral del peróxido, el lipstick, el eyeliner y las pestañas postizas, Marilyn abonó el estatus de estrella a su perfil, relegando el talento nato que poseía a un segundo plano. Rabiosamente fotogénica, según apunta Joyce Carol Oates, en su novela Blonde, Marilyn solía decir: "Hay dos vidas: la que ocurre frente a las cámaras, y la otra; la segunda no vale casi nada". Y fue precisamente frente a las cámaras, capturada en la pantalla grande y en miles de fotografías, que su presencia se tornó legendaria, como los elementos de estilo que, poco a poco, la fueron construyendo hasta convertirla en una mujer que marcó de forma contundente el glamour hollywoodense de los años 50.
Calzada con zapatillas Salvatore Ferragamo de puntera afilada, tacón de cuatro pulgadas y media de altura y una sutil elegancia que hacía hincapié en sus curvas, se rumora que la rubia limaba un centímetro el tacón del zapato derecho, con la finalidad de volver aún más provocativo el movimiento de su cadera al caminar. Profesional de los escotes de vértigo, nadie como ella logró hacer tan voluptuoso un Little Black Dress o tan pecaminoso un abrigo de visón. Contratada para incendiar la imaginación de los varones, declaró que los diamantes son los mejores amigos de las mujeres, sembró en el imaginario colectivo la idea de que las rubias se divierten más y no tuvo el menor asomo de pudor al confesar que en la cama sólo usaba unas cuantas gotas de Chanel Nº 5. Criatura frágil y mitológica, convertida en mercancía estrafalaria y objeto de culto, alguna vez dijo: "Soy egoísta, impaciente y un poco insegura. Cometo errores, pierdo el control y a veces soy difícil de lidiar. Pero si no puedes lidiar conmigo en mi peor momento, definitivamente no me mereces en el mejor".
We Love You, Marilyn!



