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El amor produce más depresión que felicidad

La investigación sugiere que, más que producir felicidad, el amor genera depresión, pues uno de los síntomas del DOC es la presencia de niveles inusualmente bajos de serotonina, un neurotransmisor asociado con la ansiedad y la depresión
Lunes 12 de febrero de 2007 El Universal

Los resultados de un estudio realizado en Italia por un grupo interdisciplinario en 1990, indicaron que las personas enamoradas recientemente presentaron algunos síntomas del Desorden Obsesivo Compulsivo (DOC), que produce, como su nombre lo indica, que quienes lo padecen se obsesionen con ciertas cosas, como lavar sus manos constantemente o revisar una y otra vez si cerraron la llave del lavabo.

La investigación sugiere que, más que producir felicidad, el amor genera depresión, pues uno de los síntomas del DOC es la presencia de niveles inusualmente bajos de serotonina, un neurotransmisor asociado con la ansiedad y la depresión.

En ese sentido, un grupo de estudiantes de nivel superior que aseguraron estar enamorados y que participaron en el estudio, registraron niveles de serotonina 40% más bajos que los de sus compañeros, quienes negaron la presencia de ese sentimiento. Sin embargo, dicho efecto bioquímico no es permanente, pues transcurrido un año se les practicó un nuevo examen, cuyo resultado indicó que los niveles del neurotransmisor habían regresado a la normalidad.

Otro descubrimiento interesante al respecto es que las personas con bajo nivel de serotonina tienden a tener una sexualidad muy activa. Si una persona del sexo masculino tiene la versión particular de un gen conocido como "transportador de serotonina", presentará niveles bajos del químico en su cerebro, por lo que tenderá a ser más ansioso y activo sexualmente.

El desarrollo de tecnologías que permiten generar mapas de la actividad cerebral también ha contribuido a la comprensión de la "fisiología del enamoramiento". Andreas Bartels y Semir Zeki, del Colegio Universitario de Londres, utilizaron Imágenes de Resonancia Magnética Funcional (fMRI, por sus siglas en inglés), que utilizan pulsos magnéticos inocuos para medir los cambios en los niveles de oxígeno que indican actividad de las células nerviosas.

Mientras estaban en el interior del escáner, los investigadores mostraron a jóvenes tocados por la flecha de cupido fotografías de sus parejas, así como de sus amores platónicos declarados (cantantes, actores, deportistas, etcétera). Zeki y Bartels quedaron asombrados por la forma tan clara en que se presentaron los patrones de actividad cerebral de los estudiantes cuando veían las imágenes.

En su informe, los especialistas señalaron que fueron cuatro las zonas cerebrales que se activaron, entre ellas las responsables de la sensación asociada con "mariposas en el estómago" y otra conocida por su respuesta a la euforia inducida por drogas, mientras que una más permaneció notablemente inactiva en la corteza prefrontal, que comúnmente se muestra sobreactiva en pacientes con depresión.

Por su parte, Jack Pannksepp, químico de la Universidad Estatal Bowling Green, afirma que obtuvo evidencia que indica que el cerebro produce opiáceos —grupo de químicos muy similares a las sustancias adictivas contenidas en ciertas drogas— cuando una persona se encuentra en trance profundo de enamoramiento.

Bioquímica del altruismo

Dharol Tankersley y Scott A. Huettel, investigadores del Centro Médico de la Universidad de Duke, descubrieron que la activación de regiones específicas del cerebro pueden determinar si una persona tiende a ser altruista o egoísta.

"Aun cuando la comprensión del funcionamiento de esta región cerebral podría no identificar necesariamente qué es lo que conduce las acciones de personas como la Madre Teresa, sí daría pistas en torno de los orígenes de importantes comportamientos sociales, como el altruismo", dijo Huettel.

El altruismo describe la tendencia de las personas para actuar de manera que anteponen el bienestar de los otros por encima del suyo. El porqué de ese comportamiento permanece aún poco claro para las ciencias, comentó Tankersley.

Durante el estudio, los científicos escanearon los cerebros de 45 personas mientras participaban en videojuegos de manera activa o como simples espectadores de los mismos. Previamente, se les había explicado que, en ambos casos, cuando el juego era concluido con éxito, se ganaba una cantidad de dinero que sería destinada a obras de caridad elegidas por el participante.

A través del mapeo por fMRI, los investigadores registraron la actividad cerebral de los jugadores. El escaneo reveló que una región del cerebro llamada sulcus temporal superior posterior se activó en grado mayor cuando las personas percibían una acción realizada por el ordenador, que cuando ellos actuaban por su cuenta.

Dicha región, explicó Tankersley, se encuentra ubicada en la parte alta de la porción posterior del órgano, y generalmente se activa cuando la mente de la persona trata de externar sus relaciones sociales.

Posteriormente, los especialistas caracterizaron a los participantes en dos grupos: los más y los menos altruistas, con base en sus respuestas a cuestionamientos relacionados con la frecuencia con la cual mostraban comportamientos orientados a la ayuda al prójimo, y compararon los escaneos cerebrales con sus propias estimaciones.

El fMRI mostró que el incremento en la actividad registrada en el sulcus temporal superior posterior podía predecir con un alto grado de certeza la inclinación de una persona a tener actitudes altruistas.

La interpretación de los resultados del estudio por parte de los investigadores sugiere que el comportamiento altruista podría originarse a partir de cómo ve la persona al mundo, más que de cómo actúa en él. "Creemos que la habilidad para percibir las acciones de otras personas como significativas es crítica para el altruismo", dijeron.

El estudio de los sistemas cerebrales que permitiría a las personas ver el mundo como una serie de interacciones llenas de significados podría ayudar a una mayor comprensión de ciertos desórdenes como el autismo y el comportamiento antisocial, caracterizados por un déficit en las interacciones interpersonales, concluyeron. (Con información de la BBC, Nature, Universidad de Duke, Science y la Universidad de Roma)



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