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Lea un cap�tulo de "Rana" del chino Mo Yan

Con autorizaci�n de la editorial Kailas, presentamos un fragmento del m�s reciente libro del Premio Nobel de Literatura, texto cr�tico que denuncia los excesos de la pol�tica del hijo �nico en China
Nacido en Shandong en 1955, Mo se cri� en Gaomi en medio de la brutalidad, la depravaci�n y el extre

VIDA COMPLICADA. Nacido en Shandong en 1955, Mo se cri� en Gaomi en medio de la brutalidad, la depravaci�n y el extremismo mao�sta del periodo del Gran Salto Adelante (1958-1961) y la Revoluci�n Cultural (1966-1976) . (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

Viernes 12 de octubre de 2012 Texto Mo Yan | El Universal00:05
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Estimado Sr. Sugitani Gijin,

Ya ha pasado un mes y, sin embargo, parece que fue ayer cuando se despidi� de nosotros. No sabe lo agradecidos que estamos de que un se�or de edad tan avanzada como usted atravesase el oc�ano para venir a un pueblo tan pobre y aislado como este para hablar con nosotros, meros aficionados, sobre literatura. Nos emocion� mucho. Dado que ya he acabado de transcribir el grandioso discurso titulado "Literatura y la vida" que dio en el auditorio de nuestro distrito la ma�ana del 2 de enero del calendario lunar, le quer�a pedir permiso para publicarlo en El canto de ranas, la revista interna de la Federaci�n de Literatura, con el fin de compartirlo con los que no pudieron asistir a su ponencia. De esta manera tambi�n tendr�n la oportunidad de disfrutar del encanto de su lengua y de absorber todos los nutrientes de su estilo.

Fue el 1 de enero del calendario lunar, por la ma�ana, cuando visitamos a mi t�a paterna, la que se ha dedicado a la ginecolog�a durante m�s de 50 a�os. Aunque usted no pudiera entender completamente lo que dijo debido a su rapidez al hablar y a su fuerte acento, me dio la sensaci�n de que le impresion� profundamente. Cuando al d�a siguiente hizo su ponencia, puso muchas veces el ejemplo de mi t�a para explicar su idea de literatura. Nos dijo que ten�a en mente la imagen de una doctora montando en bicicleta a toda prisa por un vasto r�o congelado, o la de una doctora con los pantalones remangados, cogiendo un paraguas, con una bolsa de medicinas a la espalda, abri�ndose camino entre miles de ranas, o la de una doctora con las mangas manchadas de sangre y un beb� entre las manos, ri�ndose a carcajadas, o la de una doctora fumando un cigarrillo con el vestido alborotado y cara de angustia. Nos dijo que a veces estas im�genes se fund�an en una y otras veces se separaban, como si fueran una exposici�n de estatuas de mi t�a. Nos anim� a escribir obras emocionantes, ya fueran novela, poes�a o teatro. Se�or, consigui� encender la pasi�n y mucha gente tiene ganas de hacerlo. Un amigo m�o del centro cultural de mi distrito ha empezado una novela que versa sobre la vida de una doctora rural. No quer�a copiarle, aunque la verdad es que yo conozco mucho mejor que �l la historia y los secretos de la profesi�n de mi t�a; de todas maneras d�mosle una oportunidad. Por lo tanto, se�or, a m� me gustar�a concentrarme en el g�nero del drama y contar la vida de mi t�a mediante una obra de teatro. Me abri� la mente cuando charlamos la segunda noche del calendario lunar en mi casa. La profunda evaluaci�n y minucioso an�lisis que hizo sobre las obras de teatro del escritor franc�s Sartre me dio muchas ideas. S�, quiero escribir, quiero hacer obras de teatro tan buenas como Las moscas y Las manos sucias. Leer� a todos los maestros maravillosos y me esforzar� para alcanzar su nivel. Me atendr� a sus indicaciones: no apresurarse, escribir con calma, igual que una rana cuando espera tranquilamente a los insectos sobre la flor de loto. Una vez decidido, me pondr� en marcha al instante, igual que una rana cuando salta a capturar insectos.


Cuando nos despedimos, en el aeropuerto de Qingdao, me dijo que ser�a estupendo si le mandaba por correo los recuerdos que guardo de mi t�a paterna. Aunque sigue vivita y coleando, podemos describir su vida y su pasado con palabras como "memorable" o "atrevida". Ella tiene una larga historia que contar, por lo que desconozco cu�ntas p�ginas podr�a ocupar. Por eso, le quer�a pedir permiso para escribir hasta que me fallara la memoria. En esta �poca inform�tica, escribir con papel y pluma se ha convertido en un ocio lujoso. Solo espero que cuando usted reciba mis cartas le transmitan una alegr�a evocadora.

Por cierto, mi padre me llam� para decirme que el d�a 25 del mes pasado, en el ciruelo "de tronco divertido", tal y como usted lo defini�, brotaron muchas flores rojas. Mucha gente vino a mi casa a contemplarlas, y por supuesto vino mi t�a. Mi padre me dijo que aquel d�a nev� mucho, pero el aroma de los ciruelos se impregn� entre los copos de nieve, y cada vez que inhalaban aire, se les refrescaba la mente.

Su alumno: Renacuajo
A 21 de marzo de 2002 en Beijing

***
Se�or, en mi pueblo, ten�amos la antigua tradici�n de bautizar a los ni�os reci�n nacidos con los nombres de los �rganos o de las partes del cuerpo importantes. Por ejemplo, Chen Bi, el Nariz�n; Zhao Yan, el Ojitos; Wudachang, la Tripa; Sun Jian, los Hombros... Sin embargo, aunque no he estudiado el origen de esta tradici�n, supongo que debe provenir del convencimiento de que "los nombres humildes dan longevidad", o posiblemente se hiciera porque las madres consideraban que los hijos eran carne que se separaba de sus cuerpos. Hoy en d�a, esta tradici�n est� ya obsoleta; los padres j�venes no quieren llamar a sus hijos de una manera extra�a. Ahora, los chavales de mi pueblo tienen nombres tan elegantes y peculiares como los de los personajes de las series de televisi�n de Hong Kong y Taiw�n, es decir, de Jap�n y Corea. Y los muchachos que recibieron los nombres seg�n la vieja tradici�n han dejado de usarlos, aunque siempre hay excepciones como Chen Er y Chen Mei*.

El padre de Chen Er y Chen Mei, Chen Bi, fue conmigo a la escuela y m�s tarde fue mi amigo en la adolescencia. Nos incorporamos en el a�o 1960 a la Escuela Primaria de Dayanglan. Era una �poca de hambruna, as� que todos los acontecimientos inolvidables que guardo en mi memoria de entonces est�n vinculados, sin duda, con la comida. Imagino que todav�a recordar� la famosa historia de que com�amos carb�n. Mucha gente estaba convencida de que era un invento burlesco. No obstante, le juro por mi t�a que era verdad.

La mina de Longkou contaba con una tonelada del mejor carb�n; jam�s he visto un carb�n tan brillante como ese, capaz de reflejar las caras de quienes se pusieran delante. Recuerdo tambi�n que esa fue la �nica vez que encontr� aquellas joyas negras. Wang Jiao, el carretero, transportaba el carb�n desde el centro del distrito hacia nuestro pueblo. Era un hombre con la cabeza gigante y un cuello fuerte, y cuando hablaba se le enrojec�a la cara porque era tartamudo. Sin embargo, en sus ojos brillaba la luz de la inteligencia. Su hijo Wang Gan y su hija Wang Dan iban conmigo a clase. Son gemelos bivitelinos. �l es alto y fuerte pero ella siempre ha sido muy bajita, o mejor dicho, casi enana. Mucha gente dice que cuando los dos estaban en el cuerpo de su madre, el hermano se apoder� de casi todos los nutrientes y apenas los comparti� con su hermana. Por eso, Wang Dan sali� diminuta.

Un d�a, al salir de la escuela, vimos que su padre estaba descargando el carb�n del carro. Nos acercamos con mucha curiosidad. Los pedazos de carb�n aterrizaron uno por uno en el suelo, mientras que las gotas de sudor de Wang Jiao se deslizaban una por una de su cuello al carb�n. Sac� un pa�uelo azul para secarse, y justo en ese momento vio a sus hijos mirando, fisgando, husmeando el carro. Entonces les grit�:

-Volved a casa a cortar el c�sped.

Wang Dan se dio la vuelta y empez� a correr. Si se descuidaba perder�a el ritmo y correr�a desacompasadamente, como si fuera una ni�a aprendiendo a andar. Wang Gan solo retrocedi� un poco, sin inmutarse, porque estaba muy orgulloso del trabajo de su padre. Hoy en d�a este orgullo es inexistente, incluso para los chicos cuyos padres son pilotos.

El carro, que ten�a dos enormes ruedas polvorientas, estaba tirado por un mulo y un caballo de batalla, al que premiaron con un estigma en la grupa por transportar proyectiles durante la guerra. El mulo ten�a un temperamento irritable; sol�a hacer da�o a la gente con las patas traseras y a veces mord�a, pero las ventajas que ten�a eran su fuerza inagotable y su velocidad incomparable. La �nica persona de nuestro pueblo que pod�a controlarlo era Wang Jiao. Mucha gente envidiaba su trabajo, pero dejaron de hacerlo porque ten�an miedo de ese mulo rabioso. El animal hab�a herido a dos ni�os con su gran hocico. El primero fue Yuan Sai, hijo de Yuan Lian, y la segunda fue Wang Dan. Un d�a, el carro estaba atado a la puerta de su casa y esta chica diminuta empez� a jugar delante del cuadr�pedo. De repente, el animal la cogi� por la cabeza con su gran hocico y la levant� por los aires.

Wang Jiao era una persona a la que respet�bamos y tem�amos debido a su altura y a su fuerza. Med�a un metro noventa y era tan fuerte como un toro. Era capaz de levantar sin apenas esfuerzo una piedra de molino de cien kilos por encima de la cabeza, gracias a sus musculosos brazos. Supongo que para nosotros lo m�s horroroso era su inmisericorde l�tigo. Todav�a recuerdo el d�a en que el loco mulo hiri� a Yuan Sai en la cabeza. Wang Jiao engalg� su carro, fij� los pies en el suelo, levant� el l�tigo y empez� a dar golpes al mulo en la grupa. A cada golpe le segu�a una herida sangrienta y le acompa�aba un horrible ruido. Al principio, el mulo levant� las patas traseras para defenderse, pero fue en vano. Enseguida agach� la cabeza, se tumb� en el suelo y se qued� ah� temblando. Al final, el padre de Yuan Sai, Yuan Lian, Secretario de una c�lula del Partido Comunista, cuyo cargo era el m�s elevado en nuestro pueblo, dijo:

-Se�or Wang, no lo mate.

Como Wang Jiao no se atrev�a a desobedecer sus palabras, ces�. Por eso, cuando el mulo hiri� a Wang Dan, dese�bamos ver otro espect�culo parecido al de Yuan Sai, pero en cambio no fue como esper�bamos. Tan solo cogi� un poco de cal de la monta�a que hab�a junto al camino y la ech� por encima de la cabeza de su hija. Seg�n dicen, despu�s de llegar a casa no golpe� al mulo sino que le dio un latigazo a su esposa y un puntapi� a Wang Dan.

No perd�amos de vista a ese mulo loco y habl�bamos sin parar de ese animal esquel�tico, que ten�a los ojos tan hundidos que hasta le hubiera cabido un huevo en cada cuenca. Percibimos una mirada tan desesperada que parec�a que se iba a poner a llorar en cualquier momento. No pod�amos imaginar que un mulo tan flaco como ese pudiese tener una fuerza tan extraordinaria. Est�bamos discutiendo sobre el tema a medida que nos acerc�bamos al animal cuando Wang Jiao nos vio, dej� de trabajar y nos clav� una mirada espantosa, tanto que no nos atrevimos ni a dar un paso m�s. Enseguida vaci� el carb�n del carro y lo amonton� delante de la cocina de la escuela. Justo en ese momento, un olor fant�stico impregn� nuestros olfatos y todos empezamos a acercarnos a �l a la vez. El olor a colofonia quemada, que a veces se parece al de la patata asada, proven�a de una pila de carb�n, de un carb�n reflectante.

Ese d�a, cuando Wang Jiao se fue de la escuela, no le perseguimos como siempre hac�amos para saltar en su carro, arriesg�ndonos a ser castigados por su l�tigo, sino que nos quedamos mirando fijamente al carb�n y avanzamos poco a poco hacia �l. Vimos al cocinero Wang dirigirse hacia la cocina con una vara sobre los hombros y un cubo pendiendo de cada lado. Su hija Wang Renmei era una de las pocas ni�as de nuestro pueblo a la que no le hab�an puesto el nombre de ninguna parte del cuerpo, y tambi�n era la ni�a de mi clase que m�s adelante se convertir�a en mi esposa. Wang era un se�or muy educado y se hab�a encargado de la granja de la comuna hasta que le despidieron por decir unas palabras fuera de tono. Nos mir� con sospecha; posiblemente pensaba que �bamos a entrar en la cocina a robar comida, por lo que nos dijo:

-�Qu� co�o est�is haciendo aqu�? Volved a casa a chuparle las tetas a vuestra madre.

Estas palabras se clavaron en nuestros o�dos y despu�s de darle vueltas a lo que nos hab�a dicho llegamos a la conclusi�n de que no era nada m�s que un insulto, porque si en aquella �poca todos �ramos ni�os de siete u ocho a�os, �c�mo �bamos a seguir aliment�ndonos de leche materna? Y aunque hubi�semos querido seguir tomando leche, dado que nuestras madres se estaban muriendo de hambre, �c�mo iban a ser siquiera capaces de ofrec�rnosla? Pero en ese momento nadie le llev� la contraria a Wang. Nos pusimos delante de la pila de carb�n, bajamos la cabeza y nos echamos hacia delante, como si fu�ramos expertos en geolog�a explorando gemas fascinantes. Olfateamos alrededor, como si fu�ramos perros en busca de comida entre escombros, hasta que por fin percibimos ese olor irresistible. Hablando de nuestra b�squeda, el �xito se debi� a Chen Bi y a Wang Dan. Fue Chen Bi el primero que cogi� un trozo de carb�n y se lo acerc� a la nariz, que era tan gigante que siempre nos re�amos de ella; frunci� el ce�o, olfate� el carb�n y se qued� all� ensimismado, pensando y pensando. Despu�s de unos minutos, levant� el carb�n de repente y lo lanz� contra otro trozo m�s grande para romperlo. En el instante en que se parti�, al ruido le prosigui� un aroma intenso, que se expandi� r�pidamente entre nosotros.


* "Er" en chino significa "oreja" y "Mei" significa "ceja". (N. del T.)



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