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Crueldad hacia los animales

La intenci�n de proteger a otras especies no es un capricho ni una moda; parte del af�n de defender a quienes no pueden reclamar sus derechos y de promover valores de respeto en la ni�ez
M�xico, DF | Jueves 29 de enero de 2009 Gustavo Larios Velasco | El Universal
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La palabra animal proviene del lat�n anima, que significa alma, soplo o aliento vital. Un ser animado es un ser dotado de vida. Los humanos somos una especie animal emparentada con los chimpanc�s; sin embargo, las teolog�as y filosof�as occidentales han creado un ego especisista (discriminaci�n por especie) que obstaculiza la aceptaci�n de nuestra animalidad. Hay� un cierto estatus semidivino para lo humano.

Se ha llegado a decir que los animales no tienen alma o que los humanos no somos animales. La ignorancia del significado de la palabra animal est� relacionada con el antropocentrismo (s�lo las necesidades humanas importan) o el especismo, alimentados desde las religiones judeo-cristianas hasta una ciencia carente de �tica. Un cient�fico que tortura a animales en un laboratorio (muchas veces para obtener resultados ya conocidos) viola la regla de oro de la �tica, pues a �l no le gustar�a que le hicieran lo que �l le hace a los animales no humanos con los que experimenta. Carece de consideraci�n a la vida y a la capacidad de sufrir de otros seres; no tiene conflicto moral con ello, al igual que un cazador o un torero.

Cualquiera puede observar las manifestaciones de dolor y desesperaci�n en animales como venados, becerros o ratones, y para un profesionista es absolutamente claro que por lo menos quienes tienen un sistema nervioso central sufren igual o m�s que un humano. Entonces, �por qu� algunos humanos, siendo m�s o menos ignorantes y m�s o menos inteligentes, les causan dolor y muerte?

Charles Darwin hablaba del c�rculo de la moral, explicando por qu� algunos humanos normalmente pac�ficos y hasta compasivos en su esfera social sol�an ser crueles o indiferentes ante el sufrimiento de seres ajenos a tal esfera.

En la medida en que se es m�s primitivo, el c�rculo moral est� m�s limitado; la consideraci�n hacia las necesidades de los otros se vincula con cercan�a y semejanza: en las tribus exist�a la necesidad de protegerse como grupo y el motivo para cuidar de los miembros del mismo radicaba en obtener seguridad, m�s que afectos o compasi�n. En momentos m�s evolucionados se fue desarrollando la consideraci�n hacia seres no tan parecidos. Es f�cil ser tolerante hacia los m�s semejantes y discriminador ante los diferentes: por color de piel, lenguaje, biotipo o hasta por g�nero, edad o forma de pensar.

Cuando se tiene un amplio c�rculo moral no se discrimina; incluso la especie no es obst�culo para valorar la vida, la libertad y la capacidad de sufrir de los dem�s. Mientras que en Alemania los derechos de los animales han llegado a ocupar sus postulados constitucionales o en Suiza se sancionan sufrimientos que en el mundo subdesarrollado parecer�an una exageraci�n, en M�xico se sigue considerando divertido torturar y matar animales, utilizando especulativa e inconsistentemente expresiones como “tradici�n”, “cultura” y “arte” para justificar el abuso y la muerte.

Desde luego, hay una gran diferencia entre la calidad de vida de las sociedades que aprenden de sus errores y� modifican pr�cticas nocivas y la de pueblos que se cierran, que mantienen atavismos y siguen torturando a inocentes con distintos pretextos.

El activismo en pro de los derechos de los animales no humanos analiza subsistemas diversos para comprender el problema del abuso y el asesinato: ambici�n, legislaci�n, corrupci�n, ignorancia, impunidad y resentimiento social. Todo ello dificulta el avance hacia escenarios m�s �ticos, arm�nicos y sustentables. Incluso dentro de los movimientos en favor del ambiente suelen existir visiones antropoc�ntricas, ocup�ndose s�lo de la preservaci�n y no de la crueldad: importan m�s las especies que los individuos. Si las especies se extinguen, se pone en riesgo al planeta y, por ende, a la humanidad.

Ese desprecio por la vida de los individuos no humanos que llega a observarse a�n en los ambientalistas (que promueven a la cacer�a o a la pesca deportiva) ha contribuido a la frialdad y a la insensibilidad, que se revierten contra los propios humanos.

Santo Tom�s de Aquino e Immanuel Kant ya relacionaban el abuso hacia los animales con la criminalidad. Para ellos, los animales no humanos no merec�an consideraci�n �tica, pero aun as� suger�an no ser crueles con ellos para evitar que germinara la violencia hacia los propios humanos.

En la �poca contempor�nea, estudios criminol�gicos le han dado la raz�n a Santo Tom�s y a Kant, no en cuanto a ignorar el sufrimiento de los no humanos, sino en cuanto a la relaci�n que existe entre el maltrato a los animales y la deformaci�n de la personalidad, incrementando la peligrosidad de quienes la presencian o la ejercen. La crueldad hacia los animales es un factor crimin�geno sumamente importante: casi todos los asesinos seriales han sido crueles con los animales durante su infancia.

Existe una vasta bibliograf�a al respecto, misma que ha llevado a los pa�ses m�s evolucionados a legislar e implementar pol�ticas p�blicas de seguridad estimando dicho factor. Es parte de la violencia intrafamiliar el abuso a los no humanos: hay padres crueles que sabiendo que sus hijos o su c�nyuge quieren mucho a un animal de compa��a, lastiman a �ste para castigarlos, causando traumas emocionales m�s dif�ciles de erradicar que los f�sicos.

El otro mecanismo nocivo en la din�mica familiar es festejar en los menores los actos de crueldad hacia los animales, dej�ndolos que maltraten a cachorros o llev�ndolos a espect�culos crueles. Los menores aprenden que es divertido torturar, especialmente cuando la v�ctima no tiene posibilidad de defensa o esa posibilidad es muy remota.

Los circos con animales y los zool�gicos son ejemplos de abuso, pues si bien es explicable que una persona est� privada de su libertad como castigo social o para evitar que haga da�o a la comunidad, el cautiverio de un animal no humano s�lo se entiende como un acto de tiran�a. Su penosa condici�n en cautiverio, las m�s de la veces infame, y acompa�ada de golpes y explotaci�n, obedece al capricho y la ambici�n humanas; el animal no hizo nada para merecer ese encarcelamiento y otros abusos, pero a los ni�os se les hace ver como natural.

En una comunidad de Morelos, varias mujeres acudieron en representaci�n de su g�nero ante el ayuntamiento para pedir que no se permitieran los rodeos, pues cada vez que ocurr�an esos eventos, los maridos regresaban muy violentos a golpearlas a ellas y a sus hijos. Lo interesante del caso es que no se quejaban de las cantinas, sino del rodeo. Es decir, de la combinaci�n de alcohol y abuso a los animales.

En Espa�a, la televisi�n p�blica ya no transmite corridas de toros y se ha limitado mucho la presencia o participaci�n de los ni�os en ello.

El creciente movimiento antitaurino a nivel internacional ha demostrado que la gran mayor�a de la sociedad rechaza a las corridas y, m�s a�n, cuando se utiliza a los menores de edad como protagonistas del sangriento espect�culo. A veces los trucos fallan y los� menores resultan lesionados, pero curiosamente los aficionados no reflexionan sobre la imprudencia de los padres; el fanatismo impide ver con objetividad los hechos: no hay necesidad alguna de exponer a un ni�o, que precisamente por su inmadurez es incapaz de comprender el alcance de sus actos, los riesgos y, desde luego, la falta de justificaci�n �tica para torturar y matar reiteradamente.

Hace apenas unos d�as, un chico de 11 a�os de edad, impulsado por sus padres para dedicarse a torturar y dar muerte a peque�os becerros, cuyos cuernitos apenas se asoman por la testa, fue objeto de una ocurrencia familiar: sus padres quer�an que diera muerte en una sola tarde a seis becerritos para supuestamente romper un r�cord Guinness.

Un familiar del chico cre� en un diario de Yucat�n (entidad donde se llevar�a a cabo el evento) un foro para que la gente opinara sobre ese acontecimiento, anunciando que se romper�a el citado r�cord. La respuesta de la sociedad en el foro fue contundente: pr�cticamente todos los mensajes fueron de doble repudio al evento, pues adem�s de considerar una aberraci�n el ense�ar a un ni�o a torturar y matar a peque�os animales, lo cual es una crueldad, no pod�an comprender que sus propios padres le impulsaran a realizar algo que podr�a da�arle sicol�gica y f�sicamente.�

La denuncia social se hizo llegar a las autoridades y el ombudsman del estado de Yucat�n emiti� una recomendaci�n a la Procuradur�a de la Defensa del Menor para que ordenara la suspensi�n del evento por considerarlo violatorio de los derechos humanos del chico. Como consecuencia de la aceptaci�n de dicha recomendaci�n, el ayuntamiento de M�rida orden� la cancelaci�n, pero horas m�s tarde la resoluci�n fue modificada y se permiti� la matanza de los becerritos a manos del menor.

No obstante lo ocurrido, ahora existe un precedente para la reflexi�n de las autoridades sobre los derechos de los ni�os: �basta con que se cumpla con reglamentos anacr�nicos para poner en riesgo emocional y f�sico a un ni�o, o bien deben prevalecer esos valores supralegales que son precisamente los derechos humanos sobre lagunas legales e ineficiencia burocr�tica? La vida, la salud o el adecuado desarrollo sicol�gico de los ni�os deber�an ser lo primordial.

Poco despu�s se public� en la p�gina oficial de World Record Guinness que la organizaci�n no estaba enterada del evento del ni�o matador, y que Guinness no premia ni al abuso ni al asesinato de animales.

El delito de corrupci�n de menores est� tipificado en Yucat�n; es interesante la coincidencia entre los hechos referidos y las previsiones del C�digo Penal.

Cabe preguntarnos qu� especie de atavismo impide que los mexicanos tomemos decisiones firmes y r�pidas para corregir lo que nos da�a. En materia de corridas, por ejemplo, las numerosas encuestas y foros de debate han demostrado que por lo menos 70 % de la sociedad las rechaza, es decir, un candidato que promoviera la abolici�n de la crueldad a los animales tendr�a asegurada la simpat�a de la mayor�a de los mexicanos, adem�s de que estar�a considerando un elemento ignorado en nuestro pa�s para evitar la violencia social, pero aun as� se siguen permitiendo esos espect�culos.

El programa Toros y Toreros es otro caso a analizar, pues se mantiene al aire no obstante su baj�simo nivel de audiencia y las peticiones constantes que han hecho los televidentes, las asociaciones nacionales e internacionales y hasta los artistas, acad�micos e intelectuales (don Carlos Monsiv�is uno de ellos), que s�lo desean limpiar esa m�cula que demerita a la programaci�n de tan buen canal oficial.

Cuando no se tiene �tica en el comportamiento hacia los no humanos, nos hacemos da�o irremediablemente. Podemos mencionar los impactos ambientales de la cacer�a y de la ganader�a o los da�os a la salud del consumo de carne, especialmente la de los animales torturados, pero deber�a bastar con saber que los animales no humanos sienten� y tienen necesidades igual que nosotros, para reflexionar y cambiar nuestra actitud. Una sociedad consciente, capaz de respetar a todo ser vivo, tiene una mucho mejor calidad de vida y eso incluye la paz, que cada d�a se aleja m�s de nuestro pa�s.

El activismo por los derechos de los animales no tiene su origen en el capricho; no es un gusto personal ni una moda. Busca justicia elemental para los que no pueden reclamarla por s� mismos y mejores ejemplos de valores para los ni�os. Cuando ense�amos a los peque�os a ser considerados con los no humanos, necesariamente los convertimos en mejores personas, sensibles, reflexivas; les alejamos de la intolerancia, pues si se acostumbran a respetar a los diferentes de especie, m�s sencillo les resultar� no discriminar a los de la propia.

Los medios, y en especial los p�blicos (lo que se mantienen con los impuestos), tienen una gran responsabilidad en favor de la paz. Los recursos de la sociedad no deber�an ser utilizados para fomentar esparcimientos patol�gicos; hay necesidades apremiantes que reclaman su aplicaci�n.
�Incluso en el deporte, si de verdad se quiere ser competitivo en Ol�mpicos y Mundiales, la atenci�n total debe aplicarse a los verdaderos deportes y no a las corridas, que no pueden definir ni lo que son. En la mayor parte del mundo se les rechaza y sanciona.

Nos congratulamos de que Humane Society International, la Asociaci�n Mexicana por los Derechos de los Animales y M�xico Antitaurino est�n trabajando juntos para promover un adecuado uso de los recursos p�blicos en bien de la �tica, el ambiente y la salud f�sica y mental de los mexicanos. Asimismo, debemos reconocer a EL UNIVERSAL su apertura y respeto a la pluralidad.

Abogado



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