Madero y la piel del leopardo

GUILLERMO OSORNO estudió periodismo en la Universidad de Columbia. Fue reportero de investigaciones especiales en el periódico Reforma y edit ...
Más de Guillermo Osorno23 de septiembre de 2010
El otro día, Álvaro Rego señaló hacia una pared de su casa en la calle de Madero para mostrar los retratos de sus antepasados. En la pared del palacio, ahora convertido en museo, cafetería y casa privada, se podía ver una réplica estilizada de los condes de Nuestra Señora de Guadalupe del Peñasco, a la moda del siglo XVIII. Los condes y sus descendientes eran tan ricos, que un documento notarial del profiriato constata que una de sus haciendas en San Luis Potosí tenía 12,655 hectáreas y otra en Querétaro albergaba ocho estaciones de tren.
Una de tantas propiedades de la familia era esa casa del Centro, que fue comprada a Martín Cortés, el hijo del conquistador, en el siglo XVI. La propiedad era parte del palacio de Axayácatl. Y durante la colonia, fue el número 1 de la calle de Plateros, la primera vivienda a la vuelta del portal de Mercaderes, a 10 pasos de la plaza mayor, en la calle más elegante de la ciudad.
La casa se mantuvo en la misma familia durante generaciones, pero a mediados de los noventa la propiedad había experimentado el mismo deterioro que el centro histórico. Una parte era una notaría, la otra estaba arrendada a unas monjas, otra más era una tienda de artículos religiosos y otra una joyería que no pagaba la renta.
Entonces Rego era un diseñador de treinta y tantos años, vivía en Las Lomas y dirigía un despacho, tan exitoso, que terminó en el hospital inglés por un problema cardiaco. Debía cambiar de vida.
–Decidí cerrar el despacho – dijo.
Por aquellos días un tío, que administraba la casa, le dijo que iba a venderla. Estaba harto de los problemas asociados con la propiedad. Los inquilinos pagaban rentas magras, la propiedad se estaban cayendo, y su mantenimiento costaba una fortuna. Rego había sido testigo de cómo otras propiedades de su familia habían sido malbaratadas por las mismas razones, como la famosa casa de la Acequia.
–Decidí hacerme cargo –dijo– y apenas avisé a los vecinos que no les iba a renovar el contrato de arrendamiento recibí cuatro amenazas de muerte, sin contar las otras cuatro que estaban en mi celular.
Obviamente, el más latoso de los inquilinos fue el notario, que tenía un abogado que era ex juez y era recibido con mucha familiaridad en los juzgados. Fueron tres años de chantajes hasta que el notario se fue con todo y un altar de mármol, que usaba como escritorio y que aseguraba que el abuelo de Rego se lo había heredado.
–Yo sí fui testigo de una leyenda urbana –dijo Rego cuando hablaba del estado en que recibió la propiedad– pues aquí me encontré el cuerpo de una rata del tamaño de un gato.
Fue limpiando y restaurando la casa para poner una cafetería y luego un museo del diseño, el MUMEDI, que apoya y exhibe el diseño nacional. Finalmente se instaló allí con su esposa y planea abrir un hotel con seis habitaciones.
–Un dato curioso. Yo y mi esposa somos los únicos habitantes del cuadro A que habitamos aquí y somos propietarios del inmueble– dijo.
Rego ha visto pasar muchos intentos de renovación en el centro.
Desde el momento en que Carlos Slim planteó la recuperación de esa parte del Centro, hasta el más reciente que convirtió la calle de Madero en un paseo peatonal. También ha visto pasar mucha gente:
–Por aquí han pasado el Papa, el subcomandante Marcos y los desfile gay. Es un constante desfilar de la fauna urbana. Pero el hecho de que se haya convertido en peatonal nos da cierta tranquilidad, aunque todavía tienen que regular el sonido.
Rego dice que últimamente han aumentado muchísimo la cantidad de personas que pasean por Madero. Lo que está muy bien. Pero lo que le preocupan son los chicles.
–Sí, los chicles. Nos corresponde evitar que la gente tire chicles porque la calle se va a convertir en la piel de un leopardo.
Y en efecto; sobre el asfalto amarillo y casi reluciente de esta remodelación estaban estampadas ya las huellas negras de la masticación humana.