Francia: así se despenalizó el aborto

Profesor titular de la FCPyS de la UNAM, escritor y periodista. Ha colaborado en periódicos y revistas nacionales e internacionales. Ha escri ...
Domingo 31 de agosto de 2008
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ofdghv fdhv lfdhvlfd hvfd lvhfd lvhfd lGallia est omnis divisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam Aquitani, tertiam qui ipsorum lingua Celtae, nostra Galli appellantur. Hi omnes lingua, institutis, legibus inter se differunt. Gallos ab Aquitanis
Garumna flumen, a Belgis Matrona et Sequana dividit. Horum omnium fortissimi sunt Belgae, propterea quod a cultu atque humanitate provinciae longissime absunt, minimeque ad eos mercatores saepe commeant atque ea quae ad effeminandos animos pertinent im
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El 30 de julio de 1943, en la Francia de Vichy, “gobernada” por el mariscal Petain bajo estricta vigilancia del Ejército nazi que ocupaba el país, una lavandera fue ejecutada por haber abortado. La ley que definía ese acto era de 1920. El muy cristiano mariscal aceptó la ejecución. En 1971 Simone de Beauvoir —la compañera de Sartre el filósofo—, Delphine Seyring, Francoise Fabian, Christine Rochefort y otras 339 mujeres, en su mayoría célebres, reconocieron, en un escrito explosivo, que ellas habían abortado y, por tanto, estaban a disposición de la justicia. Decían: “La clandestinidad y las condiciones en que abortaban las mujeres son una infamia”. En 1972 el Tribunal de Menores de Bobigny juzgó a una joven de 16 años, violada, que abortó. La madre, que había sufrido lo mismo, asumió, ante el tribunal, su responsabilidad: “Jamás permitiría ver a mi hija sufriendo el calvario que yo conocí”. La reacción social fue de tal magnitud que Marie-Claire fue exculpada. “La ley —dijo la abogada Halimi— es mala, inmoral y caduca”: “mauvaise, inmorale, caduque…”.
El presidente Valery Giscard d’Estaing, católico y centrista, reconoció que no podía continuarse así. En sus Memorias lo explica: “El problema del aborto era difícil de tratar para mí. De educación y convicción católica, y muy ignorante de los datos médicos y sociológicos, había asistido, como todos, a la escalada en intensidad del problema… Las legislaciones liberales existían ya en los países vecinos, Inglaterra, Holanda, Suiza, que permitían a las mujeres (francesas) de condición elevada, con un rápido ir y volver que permanecía en el anónimo, resolver sus problemas. Las otras eran reducidas a la clandestinidad y al recurso de medios degradantes para la dignidad femenina y que comprometían, a menudo, su salud y dejaba secuelas sicológicas durables…” (página 263 de su libro Le pouvoir et la vie, El poder y la vida).
Añade: “No se podía permanecer así. La ley civil debe ser compatible con el estado real de la sociedad. No se trataba, como se ha dicho, de approuver el aborto, sino de transferir a la responsabilidad individual una parte de lo que era, hasta entonces, la ley colectiva. Cada uno debía respetar los imperativos de su conciencia o de su fe, pero no decidir por los demás”. Su ministra de Salud, la memorable Simone Veil, condujo el largo y áspero debate en la Asamblea francesa. Dice el presidente Giscard, que lo siguió con detenimiento. Simone Veil fue insultada y maltratada y, finalmente, cuando la vio llorar en la Cámara, la noche de la aprobación de la ley sobre el aborto, sintió que algo enorme acontecía: “Su imagen, llorando, conmovió —dice— a la opinión. Había sido tratada groseramente en un debate que, por otra parte, no había dejado de tener dignidad. Estaba rota de fatiga…”.
El jefe del Estado francés se entrevistó, sobre la ley del aborto, con dos papas, Pablo VI y Juan Pablo II. “Me hablaron de su ‘preocupación’, pero yo sentí (página 265) que era réprobation; más marcada, todavía, en Juan Pablo II”. El hombre de Estado les dijo: “Yo soy católico, pero soy presidente de la República de un Estado laico. Yo no puedo imponer mis convicciones personales a mis ciudadanos, sino velar porque la ley se corresponda con el estado real de la sociedad francesa para que la ley pueda ser respetada y aplicada. Yo comprendo el punto de vista de la Iglesia católica y como cristiano la comparto. Juzgo legítimo que la Iglesia demande a los que practican su fe que respeten ciertas prescripciones. Pero no es la ley civil la que puede imponerlas… No he solicitado la respuesta de los papas por razones evidentes… pero les hice sentir un dilema, que era el mío, y que en la conciencia de mi función, tuve que resolver…”. La ley se aprobó el 20-XII-1974.
Analista internacional
Profesor de la FCPyS
alponte@prodigy.net.mx