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Campos Elíseos | Katia D' Artigues

Silvia Cherem, la necedad del periodista

Katia D´Artigues Beauregard, orgullosa chilanga que ya tiene 20 años de trabajo en los medios. Egresada de la Universidad Anáhuac, fue fu ...

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Domingo 01 de junio de 2008

Silvia Cherem, la necedad del periodista

Silvia Cherem es una mujer terca. Ella misma lo dice, muy sonriente, y a esa palabra suma otras más que ella se pone: loca, curiosa y muy exigente.

Fue en gran parte gracias a eso que hoy está en la mesa del Suntory de Palmas —donde ella ordenó un teppanyaki y un arroz al vapor sin ver la carta— su más reciente libro: Al Grano. Vida y visión de los fundadores de Bimbo, una biografía personal y empresarial de tres de los protagonistas de una de las panificadoras más grandes del mundo: Jaime Jorba, Roberto Servitje y, por supuesto, Lorenzo Servitje.

La semilla del libro surgió hace 10 años, cuando ella buscó conocer a Lorenzo Servitje. Quería hacerle un perfil, pero él se negó. Poco a poco comenzaron a volverse amigos, a intercambiar puntos de vista, primero sobre el campo mexicano y luego sobre una infinidad de temas. Durante todo este tiempo ella tomó notas, comenzó a leer lo escrito por él.

En el camino, murió la esposa de él, Carmen Montull, y eso los acercó más. Porque aunque estaba muy acompañado por su familia, también buscó otros espacios para vivir su duelo. Y Silvia estaba ahí, dispuesta a escuchar.

Hasta que un día ella llegó con un boceto de la biografía que quería hacer. Ya se había hecho algunas preguntas y las había contestado con sus textos, libros, diarios y conferencias. Le dijo:

—Ayúdeme porque no lo voy a llenar de errores. Esto lo hubiera contestado hace 30 años, pero quiero ver lo que contesta ahorita.

Hace cinco años de eso, de reuniones constantes y de confesiones, porque eso es también el libro de Cherem: una larga confesión de un hombre sin duda admirado pero también controvertido.

La biógrafa

La terquedad y rebeldía se le notaba desde pequeña. Me cuenta una anécdota de infancia que la retrata: un día su madre la encerró en un clóset oscuro, reprimenda para algo que había hecho. Pero ella no lloró, para desesperación de su madre, sino que se puso a arreglar los zapatos.

Y sí, dice luego retomando la metáfora: siempre hay algún zapato que acomodar. Ella siempre tiene alguna otra historia que contar; historias que la asaltan en cualquier conversación.

El periodismo ha sido para Silvia una manera de salir del “pequeño mundo” en el que nació: una familia judía tradicional en la que le inculcaron muchas aspiraciones a las cuales después le pedían renunciar.

Pero ella no lo hizo, en todo caso lo pospuso un ratito. Aunque se casó, como se esperaba, en el quinto semestre de la carrera de Comunicación en la Universidad Anáhuac, terminó la carrera con un hijo y embarazada del segundo. Aun así fue una de las primeras en titularse… y también en llevar al niño al aula y amamantarlo en clase.

—Será que me casé con el hombre indicado, Moy… aunque es más fácil ser periodista que criar hijos —dice sonriente.

Aun con dos hijos (serían cuatro), estudió una maestría en Sociología, un diplomado en estudios judaicos y mientras los niños “crecían”, ella trabajaba desde su casa.

Le pregunto si tiene necesidad de trabajar y ella ataja:

—Sí. Necesidad interna. Un periodista sin pasión es mediocre, tiene que haber mucha pasión, mucha adrenalina, mucho sufrimiento —y dice que pausa dos días para tomar aliento entre trabajos, no más.

Su primera entrevista, dice, aunque nunca fue publicada ni grabada, fue hecha a un travesti venezolano. Estaba en Nueva Orleáns, la alarma de su hotel sonó toda la noche y ella y Moy acabaron en un bar donde la/lo vieron. Ella se impresionó con su femineidad y le pidió platicar. Acabaron de hacerlo hasta cerca de las 5 de la mañana.

Un buen día —y eso habla perfecto de su temperamento— decidió que sus hijos ya habían crecido lo suficiente y quiso buscar un trabajo en medios. Sin conocer a nadie en ellos —más que a Esther y Ezra Shabot, primos que las desalentaron en todo caso— habló a un periódico, Reforma, y dijo que quería publicar. En pocas palabras, la batearon.

Pero ella comenzó a reportear. No esperó que nadie la empleara. Tenía necesidad interna de escribir y lo hizo, acabaron publicándola, sin más presentación que su texto.

A un reportaje con campesinos siguieron entrevistas con personas que le interesaban: Dolores Olmedo, Francisco Toledo, crónicas. Lo que sea que le llamaba la atención. También con Octavio Paz, la última entrevista larga que concedió el poeta.

—Paz me lo dijo: si llegaste es por necia.

Y no es para menos. Le mandaba flores en su cumpleaños, comentarios a sus obras mientras las leía, hasta un frasco con higos en almíbar cuando supo la importancia que tenía una higuera en sus recuerdos de niñez. Una verdadera campaña, pues.

Ahora, muchas crónicas, reportajes y cuatro libros después, además fundó una editorial para publicar Al Grano. Quería hacerlo a su manera y se aventó, sola. La editorial se llama Khálida (nombre de la esposa de un poeta sirio que entrevistó, Adonis, que le gustó desde que escuchó) y quiere que se convierta en un espacio para publicar excelentes trabajos de colegas periodistas que sobrevivan más allá del papel periódico.

El biografiado principal

Cuando hace una semana Lorenzo Servitje vio el libro publicado, le dio tres besos, se lo puso en la frente y le escribió esto a la autora:

—A Silvia Cherem, escritora genial y periodista audaz, con mi admiración y agradecimiento por este esfuerzo de hablar de lo que hemos hecho en nuestra empresa y en nuestras vidas.

Lorenzo Servitje.

Fue una etapa concluida de años de trabajo. En el camino, aunque en principio sólo quería hacer la biografía de Lorenzo, también lo hizo de Jaime Jorba y Roberto Servitje, a exigencia del hermano mayor.

—Creo que fue para quitarme del camino. Nunca se imaginó que sí lo iba a hacer —dice Silvia.

El resultado es espectacular. Don Lorenzo —como todo el mundo le dice— se abrió de capa y lo mismo le contó su infancia y su renuncia al seminario, la muerte de su esposa, sus inicios como empresario, su largo camino altruista, lo que piensa de cada uno de los presidentes de México desde Gustavo Díaz Ordaz.

También sus férreas convicciones de, por ejemplo, no dar publicidad a programas o canales —como el 40— que en su momento dieron espacio a un programa que denunció las acusaciones de pederastia de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.

—Él hubiera preferido omitir esa parte pero le dije que sin eso (el caso de Canal 40) no hacía el libro. Le dije: conteste lo que usted quiera pero a mí déjeme preguntarle. Es muy congruente con su visión, no estoy justificando. Son cosas que no podemos permitir y tolerar como sociedad y que a veces los canales no ventilan como deberían. Pero él dice que sólo incentiva el morbo.

También es impresionante su autoexigencia interior, como buen católico, aunque él se diga que no es “clerical” ni de “derecha” y rechace esas etiquetas. Lo mucho que le duelen los divorcios en su familia y lo que llama “desviaciones” en su familia, que no está aclarado en el texto.

—Dicen que es ultrarreligioso, muy católico, pero yo hablaba con él de todo. Hice muchas entrevistas con pintores y le hablaba de homosexualidad, por ejemplo. Él aguantaba vara.

El libro se presenta esta semana. Le pregunto si será bautizo o circuncisión.

—¡No le quiero cortar nada! Prefiero bautizarlo.

[email protected]

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Uno.— El posible contagio que tendremos a causa de la recesión económica que vive Estados Unidos. Por lo pronto, la secretaria de Hacienda informa que sí podría afectarnos, pero “no de manera importante”. Mmm. Dos.- La integración del nuevo consejo general del IFE, pospuesto desde diciembre pasado. Ahora la disputa radica en si son 3 o los 6 los integrantes que se elegirán en la Cámara de Diputados..



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