aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Estrictamente personal | Raymundo Riva Palacio

Hasta luego



COLUMNAS ANTERIORES

Hace 16 años nació esta columna que ha tenido, por sobre todas las cosas, una butaca en la primera fila para observar lo que sucede en el escenario de la vida pública

Lunes 05 de noviembre de 2007

Hasta luego

Tras 16 años de publicación ininterrumpida, esta columna tiene que hacer una pausa, agradeciendo a todos su paciencia, intensidad y diálogo permanente

Hace 16 años nació esta columna que ha tenido, por sobre todas las cosas, una butaca en la primera fila para observar lo que sucede en el escenario de la vida pública. Navegó por los mares de cuatro gobiernos, vio el fin del reinado del PRI, la reinvención de la economía mexicana y cómo se injertó a la de Estados Unidos, un magnicidio y la ruptura del consenso entre las élites gobernantes, el fin del pacto político que rigió en México desde 1928 y la transición democrática inconclusa, el surgimiento de la primera guerrilla posmoderna y el renacimiento de otra más, ortodoxa, que abreva de la Guerra Popular Prolongada. Todo, entre la creciente desigualdad que 20 años después de que México entrara de lleno al liberalismo económico, empieza a darse cuenta que, aunque tarde, es mejor corregir el modelo antes que concluya en desastre. Quién puede dudarlo; ha sido un privilegio.

Comenzó cuando Carlos Salinas se consolidaba en la Presidencia en el otoño de 1991, después de arrasar en las elecciones intermedias, y su propósito de abrir el sistema político mediante la creación del Partido de la Solidaridad, que remplazaría al PRI, se canceló por el miedo de que como en la vieja Unión Soviética, la nación no soportara la apertura económica y la política al mismo tiempo. Que las condiciones históricas y culturales de la Unión Soviética y México fueran totalmente diferentes —México tiene el mismo idioma, religión, historia y no es una amalgama de repúblicas bajo control militar—, nunca pareció incomodar a su diagnóstico.

En esos tiempos del autoritarismo más exquisito de la historia mexicana, no había muchos espacios en dónde publicar sin temor a ser despedido. En uno de ellos, esta columna pudo llamar en 1993 a Raúl Salinas, parafraseando a empresarios agraviados, “Mr. 10 Per Cent”, por las presuntas comisiones que pedía para facilitar inversiones, y a fines del mismo año sugerir que designar al hijo político de Carlos —Luis Donaldo Colosio— su sucesor, lo llevaría a la necesidad de distanciarse del monarca y ser víctima de un atentado. Aquí se calificó de “golpe de Estado técnico” lo que hizo el presidente Ernesto Zedillo al descabezar a la Suprema Corte, y se reveló el frustrado intento de secuestro del EPR al mandatario, cuando ejecutaron in situ a la célula guerrillera que lo intentó. Se permitió también revelar el uso del Prozac en Vicente Fox, la hepatitis C que padece Elba Esther Gordillo, y los problemas alimentarios de Josefina Vázquez Mota, bajo la premisa de que la salud personal de personas públicas es un asunto de interés público.

Fueron los tiempos en que el desacuerdo entre la élite gobernante ocasionó el llamado “Error de diciembre”, que sumió al país en una crisis financiera que estuvo a punto de quebrarlo, y que para salvar el sistema de pagos se recurrió a un rescate bancario cuyas consecuencias aún vivimos. Como una externalidad, el ex presidente Zedillo emprendió la cacería contra Salinas, y metió a la cárcel a su hermano Raúl, por el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, del cual fue exonerado hace no mucho. Salinas, que le había confesado al embajador estadounidense John D. Negroponte que deseaba pasar a la historia como “el mejor presidente de México”, vio cómo su anhelo se volvía pesadilla.

Zedillo, el del alma químicamente tecnócrata, fue un Presidente que trabajó como secretario de Hacienda, y delegó la política en un nefasto secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, al que despidió. Le entregó su manejo a su secretario particular, Liébano Sáenz, quien lo ayudó a no cometer errores en la sucesión presidencial de 2000, allanando el camino pacífico de Fox al poder y forzando a los sectores más duros del PRI a reconocer la derrota. El PRI parecía liquidado, como ha sucedido con todos los partidos hegemónicos que pierden el poder, pero el atropellado mandato de Fox le inyectó oxígeno.

El sexenio de Fox fue escalofriantemente frívolo. Desde sus primeros minutos le dio un puntapié a la institución presidencial y empezó una Presidencia de ocurrencias. La mayor fue quizá su boda con Marta Sahagún. Su ambiciosa directora de Comunicación Social quería el 2006 para ella. Con dinero del erario envió a su gente a Buenos Aires para estudiar la fundación de Evita Perón. Pero como los “descamisados” peronistas no la llevarían a Los Pinos, organizó Vamos México, pensando en los ricos. Su activismo tensaba peligrosamente al gobierno, y quienes más fácilmente manipulaban a Fox, su ex canciller Jorge Castañeda, y su ex asesor de Seguridad Nacional, el finado Adolfo Aguilar Zínser, le propusieron la salida perfecta al creciente problema de Estado: que se casara.

Fox dilapidó todo, y bajo la cantaleta permanente de que él hacía las cosas diferentes —y por tanto mejor— a los priístas, cometió barbaridades al amparo de una popularidad siempre alta. Entre las más graves fue la obsesión por descarrilar la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador. Primero, con su esposa, buscó etiquetarlo como corrupto con los videos que entregó a Los Pinos el empresario Carlos Ahumada. Al fallar, usó un desacato judicial del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, para desaforarlo y que procediera un juicio en su contra. Pero cuando había que darle el tiro de gracia, Fox se asustó y reculó. Ya era tarde. Fox se convirtió en el mejor jefe de campaña de López Obrador, y gracias a él pasó de ser una figura local, a una internacional. La campaña presidencial de 2006 partió al país en tres, lo polarizó en dos, y puso en la Presidencia a Felipe Calderón, legalmente instaurado pero con 30% de los electores impugnando su victoria.

Dieciséis años. Qué dicha haberlos vivido a través de una columna que sólo puede ser identificada en el género por su frecuencia regular, un título para el espacio y el formato, pero que podría catalogarse como un espacio ecléctico por cuanto a géneros periodísticos, donde cupo casi de todo: crónica, noticia y reportaje de investigación arropado por opinión y análisis. Por sus peculiares características, Estrictamente Personal tiene que suspender indefinidamente su publicación. Nuevas tareas ejecutivas me han sido encomendadas por el nuevo director general de EL UNIVERSAL, Juan Francisco Ealy Jr., a partir de esta misma tarde del lunes, que son excluyentes en tiempo y fondo con la columna.

La experiencia me ha mostrado que es muy difícil que un lector separe, por más ilustrado que sea, la opinión particular de un directivo editorial de la opinión editorial del medio. Cuando se trata de un periódico como EL UNIVERSAL, que junto con el tabloide popular EL GRÁFICO tiene la principal circulación y lectoría del país, dirigir y opinar se vuelven incompatibles. En los momentos actuales no hay opción. Pero nunca hay que decir: jamás lo volveré a hacer. Por lo pronto, su primer alto en el camino, un hasta luego y, por encima de todo, Muchas Gracias.

[email protected]

[email protected]



PUBLICIDAD.