La increíble y triste historia del Canal 40

Ricardo Rocha ha sido redactor, reportero, corresponsal de guerra, productor y conductor de programas.
En 1977 cubrió por dos meses la ...
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Ahora resulta que siempre sí. Que el más reciente capítulo de esta compleja historia era eso: una entrada de la NBC, subsidiaria del gigante global General Electric a la televisión mexicana, pero por la puerta trasera.
Todavía hace unos días, se trataba de un préstamo quirografario, de buena voluntad, a la palabra, nomás porque sí, por pura ocurrencia. Difícil imaginar a alguien explicando estos argumentos en una reunión de Consejo de la transnacional. Está claro en cambio que se trata de una maniobra encubierta para introducirse ilegalmente al negocio mediático mexicano.
La simulación no es buena consejera. Todo se sabe, tarde o temprano. Ahora de plano los de GE han tenido que ceder a los públicos cuestionamientos sobre la verdadera intención del financiamiento. El asunto ha sido tan burdo que está destinado al fracaso por las presiones oficiales para que se respete la ley y las de la cauda de interesados y acreedores de un gigantesco alud de deuda que ha prácticamente sepultado a CNI, que es la empresa propietaria de Canal 40. Por ello es imposible creer que la intervención de GE-NBC se limitaría a 4 millones de dólares: peanuts... cacahuates, dirían allá, para pagar 41 millones de salarios atrasados a los trabajadores. ¿Y luego? Pues es muy fácil suponer que eso era apenas el comienzo para después apoderarse de la mayoría o la totalidad de acciones de los 110 millones de dólares en que CNI valora su precio de mercado. Una cifra astronómica aun para algunos ricos mexicanos que se comen las uñas por entrar al apetitoso y políticamente influyente medio que es hoy por hoy la televisión en México, sobre todo de cara a la elección presidencial del 2006. Pero ¿qué son 110 millones de dólares para un monstruo como General Electric?, peanuts... todavía cacahuates. Sobre todo si se considera que les vendieron la idea de que por la vía fast track podrían incluir la difusión de los contenidos que genera Telemundo, filial en español de NBC.
Lo increíble del asunto es que Javier Moreno Valle, propietario de CNI, haya rechazado una y otra vez propuestas que le permitieran una salida honrosa: quería que le pagaran y también seguir mandando; quería todo y está a punto de perderlo todo. Se ha negado a reconocer que su administración ha sido desastrosa: las carencias, conviviendo con las excentricidades; el ayuno forzado junto al dispendio; ahorrando centavos y gastando fortunas.
Mientras tanto, el tsunami de un pasivo financiero en el que la lista de acreedores es mucho mayor a la de sus clientes. A la deuda inicial con TV Azteca, que ahora asciende a 50 millones de dólares, hay que sumar otros tantos por créditos personales, renta, impuestos atrasados y pagos a proveedores. Una loza descomunal. El que quiera comprar adquirirá básicamente deuda y la posibilidad de salir al aire, por supuesto. Por ello nadie puede creer que General Electric financie de gratis tan sólo 4 millones de dólares que son apenas la punta del iceberg de una inmensa deuda bajo la superficie.
Pero hay todavía más. CNI enfrenta un largo litigio con TV Azteca que asegura que tiene el derecho a adquirir 51% de las acciones de CNI, porque así lo estableció el convenio inicial de intercambio en julio del 98. Está pendiente, pues, una resolución judicial que se está peleando todavía en los tribunales. Por si fuera poco Javier Moreno Valle, el propietario de CNI, se encuentra prófugo a causa de una orden de aprehensión en su contra por evasión fiscal. Así que resulta absolutamente inverosímil que, con todos estos asegunes, una empresa como GE haga un préstamo mínimo en comparación con la problemática gigantesca de CNI. A menos, claro, que haya algún convenio oscuro en que estarían involucradas las autoridades del ramo a fin de garantizar lo que sería apenas el principio de toda una operación encubierta.
Si el llamado Chiquihuitazo fue un grave error de forma, el origen de todo este enredo es totalmente insensato. Hace ya siete años años Moreno Valle recibió de Ricardo Salinas Pliego el préstamo que le permitió la sobrevivencia; luego se lo gastó; luego bajó el switch de su conexión con TV Azteca. La frase aquella de "me equivoqué de socio" para intentar justificarse fue y sigue siendo completamente inaceptable. En ningún lugar del mundo de los negocios puede quebrarse un acuerdo tan cínicamente sin caer en el descrédito empresarial y personal, como ha ocurrido en este caso.
Increíble, pues, la historia de desatinos, caprichos y excesos que han caracterizado la vida del 40 desde el primer día de su existencia.
Lo triste es que su proyecto esté también en peligro. Y es que, como es públicamente sabido, aun al interior de este pandemonium jurídico y administrativo pudo darse un proyecto periodístico de magnífica calidad profesional y probada honestidad. Fundamentalmente sostenido por dos periodistas de la talla de Ciro Gómez Leyva y Denisse Maerker y la contribución más reciente de analistas como Adolfo Aguilar Zinser. Ellos y algunos más a pesar de las circunstancias adversas crearon una propuesta nueva y refrescante en la que se privilegió el talento por encima del uso robótico del telepronter; el riesgo de la improvisación en lugar de la lectura por consigna; el atrevimiento en vez de la comodidad del conservadurismo; la crítica al poder y no las lisonjas a los poderosos en turno. Es ese el activo del Canal 40. Y nada más.
Así que, ante la incertidumbre por el futuro inmediato, preocupa que un proyecto como ése pueda perderse. Porque bien sabemos que construir programas confiables y creíbles para el público significa un esfuerzo de mucho tiempo. Acabar con ellos es cuestión de un instante, de apagar un botón. Ojalá no sea este el caso.
Todo indica sin embargo que CNI Canal 40 cambiará pronto de dueños. Tal cual está, la situación es insostenible. Incluso este mal cálculo venido del norte podría precipitar los acontecimientos. Por ello sería muy deseable que los nuevos propietarios reconocieran el valor que tienen las alternativas, incluso como semillero de nuevas y grandes ideas y talentos. Ocurre en los grandes y añosos estudios de cine en Hollywood, que impulsan proyectos de pequeñas y muy dinámicas empresas; se da en España, donde también, incluso por ley, los grandes concesionarios de televisión están obligados a comprar importantes porcentajes de su programación a productores independientes; sucede en Gran Bretaña, donde un gran conglomerado editorial publica al mismo tiempo un diario conservador, otro muy liberal y hasta uno sensacionalista.
Aquí, todavía nos falta para entender los beneficios de la diversidad. Y es una lástima.