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Agenda Alternativa | Javier Lozano



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Lunes 28 de octubre de 2002

La Baraja

A ver a qué horas entiende el gobierno federal que su misión está en generar certidumbre en el sector de las telecomunicaciones. Su perverso juego por desgastar al Congreso se agota; y la paciencia, también

Vaya problemón el de las telecomunicaciones. A la caída de inversiones se suman ya la incertidumbre regulatoria y los desencuentros entre los actores, cual si se tratase de una guerra de pastelazos, en medio de un contexto internacional de notable escepticismo, de astringencia financiera y de procesos de bancarrota.

Con todo, pareciera que los factores del exterior no son, ni con mucho, razón o pretexto suficiente para dejar de hacer las cosas que aquí, en nuestro país, nos corresponde realizar a nosotros y sólo a nosotros. El dejar que las decisiones surjan solas o los diferendos se desatoren por sí mismos; que las reglas se construyan por consenso o que los proyectos se armen por una suerte de generación espontánea no sólo no habla de un gobierno democrático como se ha querido mostrar, sino de uno que invierte el orden de los factores para pasar a ocupar el lugar del espectador, cuando lo que le corresponde es actuar. En otras palabras, debe el actor principal de la cartelera desquitar un boleto que ya le fue pagado, y desempeñar el rol para el cual ha sido llamado. A nadie deja contento ni, mucho menos, satisfecho, el que el gobierno ahora se ufane del desastre legislativo que se está viviendo en torno a lo que alguna vez pretendió ser una nueva ley, en materia de telecomunicaciones. No han entendido, quizás, que la palabra clave de éste, como de cualquier otro sector en que se involucran inversiones, capital humano y protección al consumidor se llama Certidumbre , así, con C mayúscula.

El peor de los mundos es aquel en el que no se tiene certeza sobre las reglas del juego aplicables, presentes y futuras, y que han de ser determinantes para la toma de decisiones. Con toda razón Telmex duda en ir por mayores inversiones ante la amenaza de que, por decreto, se le arrebate su infraestructura, mientras que, de otra parte, los nuevos entrantes esperan hasta conocer el nuevo código para saber si pueden o no reestructurar adeudos, invitar a nuevos inversionistas o bien asumir créditos y compromisos de cobertura.

De la misma manera, la autoridad se pasma y explica su parálisis bajo el pretexto de que la ley actual está rebasada por la realidad y que, en todo caso, es imprudente emprender ciertas acciones cuando se está aún en medio de negociaciones que llevarán al advenimiento de una mesiánica nueva ley que todo lo resolverá por gracia divina.

El colmo ahora es que no sólo se trabaja en una, sino en dos nuevas iniciativas. Es decir, el proceso seguido por la extinta Conferencia Parlamentaria, que derivó en la presentación de una iniciativa en el Senado de la República, compite hoy con aquélla de origen oscuro, presentada el 30 de abril en la Cámara de Diputados, por parte de Jesús Orozco (PRI) y Víctor Manuel Ochoa Camposeco (PRD), cuyo contenido no resiste el menor análisis, pero que, en los hechos, increíblemente ha tomado una dinámica que podría terminar en un madrugador dictamen en las comisiones.

Y es que, como es sabido, a Jesús Orozco le urge terminar con el tema para coger sus maletas y trasladarse a Colima, de la que pretende ser gobernador, ya sea por su partido o, en caso de que las bases no lo apoyen como él espera, poder postularse como abanderado del sol azteca. En esa prisa se inscribe también la salida del docto experto en el tema, Ochoa Camposeco, quien deja su curul como diputado suplente, para ser retomada por Alejandra Barrales, quien después de su efímero paso por el gobierno de Michoacán, concluirá su mandato legislativo. Al mismo tiempo, unos desgastados y comprometidos senadores no saben ya qué más hacer para sacar adelante la iniciativa oficial , no obstante la inexplicable ausencia del gobierno y las públicas diferencias de la industria a la que insisten en escuchar en una especie de segunda ronda de consultas.

En todo esto, téngase presente que en el momento en el que se turnen al pleno de sus respectivas cámaras o, en el mejor de los casos, a la cámara revisora, ambas iniciativas habrán de toparse con pared, lo cual nos dejará exactamente tal y como empezamos hace más de 18 meses; es decir, en un auténtico ridículo. Ah, pero eso sí, habrá saldos en el camino: una industria balcanizada, una autoridad fracturada por diferendos internos, menos inversiones, miles de empleos perdidos y un esfuerzo legislativo que por cierto no tiene precedentes tirado a la basura.

Este diagnóstico debiera llevar a la inmediata actuación del gobierno para lograr acuerdos y para la toma de decisiones administrativas, que mitiguen los efectos de esta parálisis, y no concentrarse sólo en e-México. El Congreso precisa de una mayor interlocución con el Ejecutivo y sus hombres, mientras que la industria requiere de convocatoria, rumbo y lazos comunicantes. En pocas palabras: la actuación política es tan importante como el trabajo técnico y sustantivo. De su eficacia depende la certidumbre y de la certidumbre depende, a su vez, el desarrollo del sector. Hay que ponerle un límite de rounds a esta indefinición, y resolver de una vez por todas si habrá o no una nueva ley. Lo que no es sostenible es que en esa exasperante espera se esfumen las inversiones, se pierda competitividad, se fracture a toda una industria y se desvanezcan los liderazgos. Si la apuesta del Ejecutivo es encontrar culpables del fracaso a los legisladores, a los partidos políticos o a los empresarios rijosos , como ya se está haciendo costumbre, más vale que tengan una buena baraja por jugar. Les puede salir bien caro.

javierlozano@jlamx.com



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